La discusión en la primitiva comunidad cristiana de Judea, a cuya cabeza estaba Santiago, y la proveniente del paganismo, cuyos cabezas eran Pablo y Bernabé, nos introduce de lleno en los límites de la Religión y la Moral.
Atavismos anticlericales y antirreligiosos en la actualidad

No es la Iglesia española, que ha tendido la mano al gobierno socialista a través de la Conferencia Episcopal para arbitrar soluciones aceptables que respondan a las necesidades demandadas por una gran mayoría de la sociedad española,

Ya estamos hasta el gorro de soportar insultos y descalificaciones, heredados de la ignorancia y la falta de ecuanimidad. . Pongamos las cartas boca arriba y reconozcamos públicamente el enorme bagaje de sacrificio y entrega del cristianismo en todas las instituciones de la vida pública, sin los cuales no se entiende nuestro devenir social, cultural, político y religioso.
Con motivo de los luctuosos acontecimientos del 11.M escuché atónito por TV la larga lista de agradecimientos a los distintos estamentos, que con eficaz entrega ayudaron desinteresadamente a las víctimas: médicos, enfermeras, taxistas, bomberos, transportistas, sicólogos, policías... Ni una sola palabra de los sacerdotes, ni una sola palabra de la Iglesia Católica, que en parroquias, colegios, hospitales, centros religiosos, tanatorios, cementerios, estuvieron volcados día y noche. Son agravios comparativos que duelen por lo que hay en el trasfondo de estos “despistes informativos”. Eso sí, siempre salen a colación los tópicos: que si las riquezas del Vaticano, que si el cura tal, para añadir el consabido: “pero eso no lo digo de usted, que sé que es honrado y amigo mío”.

Acusamos de oídas y repetimos”slogans” contra los practicantes cual si fuera una clase retrógrada a extinguir como enemiga del progreso. Pero, ¿de dónde nos viene en realidad a nosotros el progreso sociológico, cultural, económico y moral? ¿Acaso del socialismo ateo?
Esperamos que impere la cordura y la sensatez, porque ciertas actitudes en contra de la Iglesia Católica no tienen ninguna razón de ser en el Siglo XXI, ni nuestra sociedad se parece a la de tiempos de la República ni la Iglesia a la época de la Inquisición.
Religión y Moral
Hay una cosa cierta: la Religión y la Moral deben compaginarse y caminar a la par.
El creyente desarrolla su fe en Dios adentrándose en el supremo ideal de transformar el mundo, enalteciendo la Creación, conociéndola y contribuyendo a una convivencia armónica, venciendo la muerte y eternizándose en El. Para los cristianos es Jesús, El Verbo de Dios encarnado, quien transformando nuestra condición corporal caduca, nos encamina y nos guía hasta Dios.
Los hechos y dichos de Jesús, narrados sobre todo en los Evangelios, sirven de pauta a la moral cristiana, que no es ajena a la ética natural del hombre. Valores como la tolerancia, la caridad, la honestidad, el respeto a la persona y a sus bienes, la paz y derechos fundamentales a la vida, la libertad, la familia, hogar, educación...son comunes a las aspiraciones de todos los pueblos, y merecedores del máximo respeto.
Son valores inalienables e irrenunciables.
La Religión y la Moral bien entendidas, si se saben dar la mano, tanto en los creyentes como en los no creyentes, beneficiarán a las personas y a las instituciones.
Si prevalece el sectarismo excluyente y se niegan los valores religiosos o los valores éticos, nos adentraríamos en enfrentamientos estériles y empobrecedores de la condición humana.
Estos sectarismos excluyentes se dan también a menudo entre las distintas corrientes cristianas, y no digamos ya en el plano de la política.
La Iglesia de Jerusalén quiere imponer la circuncisión a la comunidad convertida del paganismo, obligándola a judaizar, como requisito para la salvación. Confunde las costumbres y los ritos con la verdadera fe, que libera; nunca esclaviza.
Por eso, los Apóstoles llegan, tras meditarlo en la oración y a la luz del Espíritu Santo, a un consenso, con un mínimo de costumbres exigibles. Entienden que la fe en Jesús, la comprensión y el amor fraterno pasan por encima de algunas normas que bloquean las conciencias y repelen por su incomprensión.
Para algunos cristianos de hoy. Todavía es más
importante guardar las formas, purificar los ritos o mantener tradiciones- muy respetables por otra parte- que la oración confiada ante Dios, la escucha de la Palabra o la caridad y comunión fraternas. Pondrían el grito en el cielo si se le ocurre a una autoridad religiosa suspender una procesión, pero callarán cuando la fe es agredida o despreciada.
Cuando hay un litigio, los valores deben prevalecer sobre las normas.
Es bueno, por tanto, que hagamos un discernimiento sobre nuestras verdaderas actitudes cristianas y examinemos el respeto a las libertades y la calidad de nuestro amor, recordando las palabras de Jesús, que proclamamos hoy en el Evangelio.
Esperamos que impere la cordura y la sensatez, porque ciertas actitudes en contra de la Iglesia Católica no tienen ninguna razón de ser en el Siglo XXI, ni nuestra sociedad se parece a la de tiempos de la República ni la Iglesia a la época de la Inquisición.
Religión y Moral

El creyente desarrolla su fe en Dios adentrándose en el supremo ideal de transformar el mundo, enalteciendo la Creación, conociéndola y contribuyendo a una convivencia armónica, venciendo la muerte y eternizándose en El. Para los cristianos es Jesús, El Verbo de Dios encarnado, quien transformando nuestra condición corporal caduca, nos encamina y nos guía hasta Dios.

Son valores inalienables e irrenunciables.

Si prevalece el sectarismo excluyente y se niegan los valores religiosos o los valores éticos, nos adentraríamos en enfrentamientos estériles y empobrecedores de la condición humana.
Estos sectarismos excluyentes se dan también a menudo entre las distintas corrientes cristianas, y no digamos ya en el plano de la política.
La Iglesia de Jerusalén quiere imponer la circuncisión a la comunidad convertida del paganismo, obligándola a judaizar, como requisito para la salvación. Confunde las costumbres y los ritos con la verdadera fe, que libera; nunca esclaviza.
Por eso, los Apóstoles llegan, tras meditarlo en la oración y a la luz del Espíritu Santo, a un consenso, con un mínimo de costumbres exigibles. Entienden que la fe en Jesús, la comprensión y el amor fraterno pasan por encima de algunas normas que bloquean las conciencias y repelen por su incomprensión.
Para algunos cristianos de hoy. Todavía es más

Cuando hay un litigio, los valores deben prevalecer sobre las normas.
Es bueno, por tanto, que hagamos un discernimiento sobre nuestras verdaderas actitudes cristianas y examinemos el respeto a las libertades y la calidad de nuestro amor, recordando las palabras de Jesús, que proclamamos hoy en el Evangelio.
“Si alguien me ama, mi Padre lo amará, y vendremos a él y haremos morada en él”
(Lc 14,23)
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