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lunes, 16 de agosto de 2010

Lunes de la 20ª semana del Tiempo Ordinario. Ciclo C.


Misa
Primera lectura
Lectura de la profecía de Ezequiel (24,15-24):

Me vino esta palabra del Señor: «Hijo de Adán, voy a arrebatarte repentinamente el encanto de tus ojos; no llores ni hagas duelo ni derrames lágrimas; aflígete en silencio como un muerto, sin hacer duelo; líate el turbante y cálzate las sandalias; no te emboces la cara ni comas el pan del duelo.»

Por la mañana, yo hablaba a la gente; por la tarde, se murió mi mujer; y, a la mañana siguiente, hice lo que se me había mandado.
Entonces me dijo la gente: «¿Quieres explicarnos qué nos anuncia lo que estás haciendo?»
Les respondí: «Me vino esta palabra del Señor: "Dile a la casa de Israel: 'Así dice el Señor: Mira, voy a profanar mi santuario, vuestro soberbio baluarte, el encanto de vuestros ojos, el tesoro de vuestras almas. Los hijos e hijas que dejasteis caerán a espada. Entonces haréis lo que yo he hecho: no os embozaréis la cara ni comeréis el pan del duelo; seguiréis con el turbante en la cabeza y las sandalias en los pies, no lloraréis ni haréis luto; os consumiréis por vuestra culpa y os lamentaréis unos con otros. Ezequiel os servirá de señal: haréis lo mismo que él ha hecho. Y, cuando suceda, sabréis que yo soy el Señor.»

Palabra de Dios
 
Salmo
Dt 32,18-19.20.21

R/.
Despreciaste a la Roca que te engendró

Despreciaste a la Roca que te engendró,

y olvidaste al Dios que te dio a luz.
Lo vio el Señor, e irritado
rechazó a sus hijos e hijas. R/.

Pensando: «Les esconderé mi rostro

y veré en qué acaban,
porque son una generación depravada,
unos hijos desleales.» R/.

«Ellos me han dado celos con un dios ilusorio,

me han irritado con ídolos vacíos;
pues yo les daré celos con un pueblo, ilusorio
los irritaré con una nación fatua.» R/.
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Mateo (19,16-22):

En aquel tiempo, se acercó uno a Jesús y le preguntó: «Maestro, ¿qué tengo que hacer de bueno para obtener la vida eterna?»

Jesús le contestó: «¿Por qué me preguntas qué es bueno? Uno solo es Bueno. Mira, si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos.»
Él le preguntó: «¿Cuáles?»
Jesús le contestó: «No matarás, no cometerás adulterio, no robarás, no darás falso testimonio, honra a tu padre y a tu madre, y ama a tu prójimo como a ti mismo.»
El muchacho le dijo: «Todo eso lo he cumplido. ¿Qué me falta?»
Jesús le contestó: «Si quieres llegar hasta el final, vende lo que tienes, da el dinero a los pobres –así tendrás un tesoro en el cielo– y luego vente conmigo.»
Al oír esto, el joven se fue triste, porque era rico.

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del Lunes 16 de Agosto del 2010

Pablo Largo
Amigos de este rincón de la Palabra:

Uno de los personajes que con más penetración presenta Gabriel Miró en su libro Figuras de la Pasión del Señor es el de Elifeleth. Este joven es el primogénito de Elisama, hombre pudiente y miembro del Sanedrín, y es también la niña de sus ojos y de los de su mujer. Tiene tres hermanas, cuyos cuerpos de miel cubren túnicas inmaculadas. Todo respira placidez y bienandanza en la quinta en que descansa la familia. Elifeleth sufre, sin embargo, un estado de postración, una misteriosa melancolía; parece consumirlo el espíritu del mal.

El principio de su tristeza fue en una tarde luminosa. Había salido al encuentro del rabí Jesús, un extraño profeta. Sostuvo con él el diálogo que narra el evangelio de este día, pero lo aterró el despojo a que Jesús lo llamaba y se marchó apesadumbrado. Ahí estaba la raíz secreta de su estado.
Se cumple en su caso aquella sentencia: “quien aspira por debajo de sus posibilidades enferma”; si la referimos directamente a él, podemos añadir un sencillo y decisivo complemento: “quien aspira por debajo de sus posibilidades divinamente dadas, enferma”. Ha huido de su vocación más honda, ha querido sustraerse a su verdad,  esa verdad que lo convocaba desde la palabra y la mirada de Jesús; ha cometido una traición contra sí mismo y contra su misión en la vida. ¿Habrá modo de zafarse de aquella palabra de Jesús?; ¿habrá modo de sacudirse la tristeza?
Aparece en el horizonte la oportunidad de un nuevo encuentro. Elifeleth sueña con convertirse en el valido de Jesús, más amado que el mismo Juan. Las cuatro últimas páginas del relato de Miró narran el desenlace. No lo referimos aquí. Sólo recordamos, de nuevo, la sentencia que aclara el porqué de ciertas tristezas que sufrimos: “quien aspira por debajo de sus posibilidades divinamente dadas, enferma”.
Con el deseo de que sepamos vivir las buenas opciones con los desasimientos que entrañen

Pablo Largo
SE MARCHÓ TRISTE

(Año I. Jue 2:11-19; Año II. Ez 24:15-24; Mt 19:16-22)
Introducción
 
Año I. Con la primera lectura de hoy, tomamos, por algunos días, el libro de los Jueces. Su autor presenta hoy una especie de teología de la historia de los israelitas, en cuatro etapas:
1. El pueblo abandona al Dios de la Alianza y sirve a los ídolos de Canaán.
2. Dios se enoja por la infidelidad del pueblo. Para su castigo, los entrega al dominio y a la explotación de los cananeos
3. Entonces el pueblo recobra el juicio y clama a Dios pidiendo misericordia
4. Dios escucha su clamor y les da un líder, un “Juez”, para liberarlos; y por un tiempo sirven fielmente a Dios, hasta que el ciclo comienza de nuevo en toda la línea. --- También la Iglesia conoce tiempos de mayor fervor y renovación espiritual, alternando con tiempos de estancamiento y reincidencia.

Año II. Dios no permite a Ezequiel llorar la muerte de su esposa. Ésta es una acción simbólica, prefigurando que, cuando el templo de Jerusalén sea derruido y mucha gente muera durante la destrucción total de la ciudad y el resto tenga que ir al destierro, no quedará ya nadie para llorar la tragedia.
Evangelio. Seguramente el joven del evangelio de hoy nos da lástima por no tener el valor de renunciar a su riqueza por un bien superior. Era un joven recto, lleno de buena voluntad, deseoso de una vida más allá de la mediocridad y de la autosatisfacción. Sin embargo, cuando Jesús le llama y le reta directamente, no tiene valor para renunciar voluntariamente a sus posesiones para ser totalmente feliz. --- Pero ¿somos acaso nosotros mejores que él? ¿Estamos dispuestos a compartir lo nuestro, hasta que duela, también a costa de nosotros mismos?


Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Estamos deseosos de seguir a tu Hijo
a dondequiera nos lleve,
pero no, si tenemos que renunciar
a nuestros pequeños o grandes apegos
a cosas o a personas.
Oh Dios, danos la mentalidad de tu propio Hijo
y su Espíritu de valor y entrega,
para que con Jesús no temamos las consecuencias
de entregarnos a tu pueblo y a ti.
Sé tú nuestro único Dios y nuestro todo en la vida,
ahora y por los siglos de los siglos.


Intenciones
- Por las personas que sienten gran dificultad en compartir sus riquezas, para que el Señor abra sus ojos y su corazón a las necesidades de sus hermanos, roguemos al Señor.
- Por los que oyen que el Señor les llama a vocaciones especiales de entrega y servicio en la Iglesia, para sepan responder generosamente a ese llamado y luego perseveren fielmente en su respuesta, roguemos al Señor.
- Por todos nosotros, para que sepamos apreciar los dones de Dios con sincera gratitud, y sepamos usarlos para el bien común de todos, roguemos al Señor.


Oración sobre las Ofrendas
Señor, Dios nuestro:
En este pan y este vino
acogemos a tu Hijo en medio de nosotros.
Que, al ponerse él mismo en nuestras manos,
enteramente y sin retener nada para sí,
nos dé la fuerza para seguirle hasta el fin,
sin mirar atrás y sin considerar los sacrificios,
porque él es nuestro Dios y Señor
por los siglos de los siglos.


Oración después de la Comunión
Dios y Señor nuestro:
Tú has saciado nuestra hambre espiritual,
hambre de alimento perenne.
Que ésta sea hambre de ti,
de tu pueblo, de la vida en su plenitud;
hambre que no se pueda acallar.
Danos el valor de sacrificar todo
por Jesús y su evangelio,
para que con él te demos
no solo lo mejor que tenemos,
sino todo nuestro ser, nuestro todo,
por el poder de Jesucristo nuestro Señor.


Bendición
Hermanos: El joven del evangelio preguntó a Jesús: “¿Qué me falta?”. Quizás nosotros pensemos, de buena fe y sin vanagloriarnos, que hemos hecho mucho por el Señor. Pero cabe preguntarnos: ¿Nos hemos dado a nosotros mismos? ¿Qué hay ahí en nosotros a lo que no hemos renunciado todavía?
Que Dios todopoderoso les bendiga, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

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