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viernes, 6 de agosto de 2010

Viernes de la 18º Semana del Tiempo Ordinario . Ciclo C.

MisaPRIMERA LECTURA.
Daniel 7,9-10.13-14
Su vestido era blanco como nieve
Durante la visión, vi que colocaban unos tronos, y un anciano se sentó; su vestido era blanco como nieve, su cabellera como lana limpísima; su trono, llamas de fuego; sus ruedas, llamaradas. Un río impetuoso de fuego brotaba delante de él. Miles y miles le servían, millones estaban a sus órdenes. Comenzó la sesión y se abrieron los libros. Mientras miraba, en la visión nocturna vi venir en las nubes del cielo como un hijo de hombre, que se acercó al anciano y se presentó ante él. Le dieron poder real y dominio; todos los pueblos, naciones y lenguas lo respetarán. Su dominio es eterno y no pasa, su reino no tendrá fin.

Palabra de Dios.

Salmo responsorial: 96
R/. El Señor reina, altísimo sobre la tierra
El Señor reina, la tierra goza, se alegran las islas innumerables.Tiniebla y nube lo rodean, justicia y derecho sostienen su trono. R.

Los montes se derriten como cera ante el dueño de toda la tierra; los cielos pregonan su justicia,  y todos los pueblos contemplan su gloria. R.

Porque tú eres, Señor, altísimo sobre toda la tierra,  encumbrado sobre todos los dioses. R.

o bien PRIMERA LECTURA
2Pedro 1,16-19
Esta voz del cielo la oímos nosotros 

Queridos hermanos: Cuando os dimos a conocer el poder y la última venida de nuestro Señor Jesucristo, no nos fundábamos en fábulas fantásticas, sino que habíamos sido testigos oculares de su grandeza. Él recibió de Dios Padre honra y gloria, cuando la Sublime Gloria le trajo aquella voz: "Éste es mi Hijo amado, mi predilecto." Esta voz, traída del cielo, la oímos nosotros, estando con él en la montaña sagrada. Esto nos confirma la palabra de los profetas, y hacéis muy bien en prestarle atención, como a una lámpara que brilla en un lugar oscuro, hasta que despunte el día, y el lucero nazca en vuestros corazones.

Palabra de Dios.
SANTO EVANGELIO.
Lucas 9, 28b-36
Moisés y Elías hablaban de su muerte. 

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan r a Santiago y subió a lo alto de la montaña, para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos. De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con, gloria, hablaban de su muerte, que iba a consumar en Jerusalén. Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús: «Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.» No sabía lo que decía. Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía: «Este es mi Hijo, el escogido, escuchadle.» Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra del Señor.

COMENTARIO

La Palabra de Dios nos presenta hoy un acontecimiento crucial en el ministerio de Jesús. La Transfiguración, constituye la revelación que Jesús hace como Hijo de Dios, elegido y predilecto. La presencia simbólica de Moisés y Elías, tiene un profundo significado, pues el asunto de la elección tiene que ver con dos grandes proyectos, el del Éxodo, la liberación liderada por Moisés, y el inmortal profetismo popular, representado en Elías. Jesús es heredero de estas dos tradiciones, y su proyecto está inspirado en ellas. La voz de Dios busca, no solo dar a conocer, sino comprometer a quienes conocen, por eso este grupo de discípulos de ahora en adelante tendrá un papel especial en la obra salvífica de Jesús.
Ver una manifestación de Dios, constituye un compromiso necesario con su proyecto, lo que pasa es que podemos estar esperando manifestaciones extraordinarias y casi mágicas que no van a llegar. El evangelio nos está exigiendo la sensibilidad para se capaces de encontrar la presencia de Dios y escuchar su voz en la cotidianidad.
Fenómenos tan evidentes hoy, como el crecimiento de la pobreza, el incremento desmedido del hambre, las guerras que todos los días comienzan y se agudizan en algún rincón del planeta, son desafíos evidentes para la fe cristiana. Por otra parte el servicio que prestan muchas organizaciones eclesiales y sociales, al servicio de los más pobres y de las víctimas de la injusticia y de las guerras, son signos evidentes y maravillosos que nos muestran que si es posible avanzar hacía un mundo diferente, más cristiano, más humano.

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