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domingo, 14 de marzo de 2010

Domingo de la 4ª semana de Cuaresma. Ciclo C.


Misa y
Reflexiones por D. Melitón Bruque
PRIMERA LECTURA
El pueblo de Dios celebra la Pascua, después de entrar en la tierra prometida
Lectura del libro de Josué 5, 9a. 10-12
En aquellos días, el Señor dijo a Josué: - «Hoy os he despojado del oprobio de Egipto.» Los israelitas acamparon en Guilgal y celebraron la Pascua al atardecer del día catorce del mes, en la estepa de Jericó. El día siguiente a la Pascua, ese mismo día, comieron del fruto de la tierra: panes ázimos y espigas fritas. Cuando comenzaron a comer del fruto de la tierra, cesó el maná. Los israelitas ya no tuvieron maná, sino que aquel año comieron de la cosecha de la tierra de Canaán.
Palabra de Dios.

REFLEXIÓN


“DE VUELTA A EGIPTO”

El pueblo de Israel ha pasado una época amarga de esclavitud, la víspera del día de su liberación, al atardecer, celebran la pascua de su liberación; es el momento cumbre al que el pueblo hará siempre referencia.
Entran en el desierto donde pasan 40 años (una cuaresma) aprendiendo a vivir juntos, a organizarse como pueblo libre, a ser solidarios los unos con los otros. En este tiempo, tan duro y difícil como la esclavitud, tienen que ser alimentados por Dios hasta que ellos puedan hacerlo por si mismos.
El texto narra el momento en que entran en la tierra prometida; han llegado a su madurez como pueblo, ya no necesitan ser alimentados, ahora podrán ellos producir y comer por su cuenta, incluso ayudar si alguien no tiene fuerzas. Entonces celebran un rito de la circuncisión, como rito de su pertenencia a Dios, de purificación y de liberación total: “Os he quitado de encima el oprobio de Egipto” Es el pueblo que, liberado completamente, siente la alegría de haber llegado de vuelta a casa.
Es curioso constatar hoy la sensación contraria a la que indica el texto y que todos estamos sufriendo: no es la alegría del encuentro y de la vuelta a casa, de poder abastecernos por nosotros mismos, de comer lo que nos hemos ganado… sino todo lo contrario: nos sentimos seres extraños, como nacidos en otro planeta, cada vez más distantes los unos de los otros y sin poder hacer lo más mínimo, si es que no hay una ley que te lo autorice. Cada vez da la sensación, con más fuerza de que el camino lo hemos hecho hacia atrás.

Salmo responsorial Sal 33, 2-3. 4-5. 6-7
R. Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Bendigo al Señor en todo momento, su alabanza está siempre en mi boca; mi alma se gloria en el Señor: que los humildes lo escuchen y se alegren. R Proclamad conmigo la grandeza del Señor, ensalcemos juntos su nombre. Yo consulté al Señor, y me respondió, me libró de todas mis ansias. R. Contempladlo, y quedaréis radiantes, vuestro rostro no se avergonzará. Si el afligido invoca al Señor, él lo escucha y lo salva de sus angustias. R.

SEGUNDA LECTURA
Dios, por medio de Cristo, nos reconcilió consigo
Lectura de la segunda carta del apóstol san Pablo a los Corintios 5, 17-21
Hermanos: El que es de Cristo es una criatura nueva. Lo antiguo ha pasado, lo nuevo ha comenzado. Todo esto viene de Dios, que por medio de Cristo nos reconcilió consigo y nos encargó el ministerio de la reconciliación. Es decir, Dios mismo estaba en Cristo reconciliando al mundo consigo, sin pedirle cuentas de sus pecados, y a nosotros nos ha confiado la palabra de la reconciliación. Por eso, nosotros actuamos como enviados de Cristo, y es como si Dios mismo os exhortara por nuestro medio. En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios. Al que no había pecado Dios lo hizo expiación por nuestro pecado, para que nosotros, unidos a él, recibamos la justificación de Dios. Palabra de Dios.

REFLEXIÓN

INCONGRUENCIAS”

S. Pablo parte del principio base: la humanidad ha sido asumida por Cristo y ha muerto y resucitado con Él; por tanto, el hombre viejo ya no existe, lo que existe es la humanidad nueva; por tanto, no tiene sentido estar viviendo como si Cristo no hubiera venido.
La transformación que se ha dado ha sido un regalo, porque Dios ha querido, aquel paso por el desierto de los israelitas, el Señor nos lo ha ahorrado: ha sido Cristo quien lo ha hecho todo por nosotros; por Él y en Él nos hemos convertido en hijos, herederos y colaboradores en la misión salvadora de Dios para con el universo.
Cada uno de nosotros somos testigos, proclamadotes de esta realidad que se ha dado y que nos ha transformado, solo se trata de aceptar lo que se nos regala, de dejarnos reconciliar…
Sin embargo, parece increíble ver cómo el ser humano repite constantemente su ceguera: prefiere la esclavitud de Egipto a la libertad, prefiere ser enemigo antes que hermano, la guerra a la paz, el odio al amor.

EVANGELIO
«Este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido»
Lectura del santo evangelio según san Lucas 15, 1-3. 11-32
En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús los publicanos y los pecadores a escucharle. Y los fariseos y los escribas murmuraban entre ellos: - «Ése acoge a los pecadores y come con ellos.» Jesús les dijo esta parábola: - «Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: "Padre, dame la parte que me toca de la fortuna." El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, emigró a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y tanto le insistió a un habitante de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Le entraban ganas de llenarse el estómago de las algarrobas que comían los cerdos; y nadie le daba de comer. Recapacitando entonces, se dijo: "Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros." Se puso en camino adonde estaba su padre; cuando todavia estaba lejos, su padre lo vio y se conmovió; y, echando a correr, se le echó al cuello y se puso a besarlo. Su hijo le dijo: "Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo." Pero el padre dijo a sus criados: "Sacad en seguida el mejor traje y vestidlo; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y matadlo; celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado." Y empezaron el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y el baile, y llamando a uno de los mozos, le preguntó qué pasaba. Éste le contestó: "Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha matado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud." Él se indignó y se negaba a entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Y él replicó a su padre: "Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mi nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; y cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado." El padre le dijo: "Hijo, tú siempre estás conmigo, y todo lo mío es tuyo: deberías alegrarte, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado."»
Palabra del Señor.

REFLEXIÓN


“EL PADRE BUENO”

Siempre hemos llamado a este pasaje, que sin duda es de lo más hermoso de todo el evangelio, la parábola del “Hijo Pródigo”, pero en verdad, lo que Jesús hace es mostrarnos el rostro de Dios frente a la pobreza de mente y de actitudes de los seres humanos que nos vemos perfectamente reflejados en ambos hermanos de la parábola.
De alguna manera todos nos sentimos identificados con este “botarate” que aparece en el hijo menor del cuento: la imagen de Europa es bien elocuente: los europeos, los españoles seguimos creyendo que Dios existe, que el Padre sigue en su casa, pero nos creemos que hemos llegado a valernos por nosotros mismos y nos permitimos el lujo de prescindir de Él, no necesitamos a dios para nada, es un estorbo, hasta que nos damos cuenta que sin Él no somos nada ni vamos a ningún sitio. Y es mucha la gente que cuando se detiene a pensar en el sentido de su vida, se da cuenta que la está perdiendo en tonterías, que no se siente satisfecho, que está vacío y que ha perdido el tren de la felicidad y decide volver a “donde el Padre” y se da cuenta que allí encuentra a su familia; solo necesita reconocer su equivocación y tiene la seguridad de que el Padre le espera y le restituye todo lo que había perdido en su decisión equivocada, desde la dignidad hasta las sandalias.
Es una tontería perder la vida en discusiones sobre la iglesia, los curas, la Biblia, las sectas, las riquezas… todo eso son excusas: tan solo cuenta una palabra, una decisión: “Padre, perdóname” y tienes como un eco flotando en el ambiente que jamás se calla que te dice: Bienvenido, hijo, estás perdonado.
Lo más complicado es la otra cara del cuento: es el hijo mayor que jamás ha roto un plato, que ha cumplido todo lo que estaba establecido, pero que nunca ha amado, ahora explota exigiendo sus derechos y se indigna ante la vuelta del hermano: «se indignó y se negaba a entrar». Ahora, con la vuelta del hermano se siente extraño en la casa, es decir. Nunca se había marchado de la casa pero en realidad, nunca se había sentido parte de ella, él no se siente unido a su hermano, no es capaz de perdonarlo, lo juzga, lo ubica según la ley, lo desprecia, lo excluye…
Al pensar en este tipo, no podemos evitar el vernos reflejados en esta sociedad en la que vivimos Nos hemos acostumbrado a catalogarnos en creyentes e incrementes, en practicantes de ritos y en no practicantes, en alejados y en cercanos, en casados por la iglesia en “arrejuntados” en los que viven irregularmente… y nos seguimos clasificando y aplicándonos cánones para cada situación, pero Dios va por su camino y solo Él se entiende con cada uno. Yo tengo la sensación que al ver cómo no queremos escucharlo y aceptar abrir nuestro corazón, ha decidido dejarnos que cada uno vea qué hace, para Él es más interesante el cariño y el movimiento que ha tenido el extraviado en su corazón que ha decidido volver y busca de nuevo el amor de su Padre.
Quizás estamos necesitando todos de una gran dosis de humildad y darnos cuenta que Dios no es propiedad de nadie, que es Padre de todos y que lo único que está esperando con los brazos abiertos que nos demos cuenta que sin Él no podemos ser felices, por eso tenemos que revisar qué es lo que estamos haciendo: ¿Tal vez catalogando a la gente entre buenos y malos o construimos cada día comunidades de amor en donde cada uno pueda encontrar al Padre que lo entiende y unos hermanos que lo acojan y le ofrecen la oportunidad de cambiar su vida y encontrar de nuevo el camino de la felicidad? ¿No será que con nuestras actitudes legalistas levantamos barreras para que el que se equivocó no pueda rectificar y se quede hundido en la cuneta de la vida?


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