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miércoles, 21 de julio de 2010

Miércoles de la 16º Semana del Tiempo Ordinario . Ciclo C.

Misa
ANTÍFONA DE ENTRADA    Sal 53, 6. 8
Dios es mi ayuda, el Señor es mi verdadero sostén. Te ofreceré un sacrificio voluntario, daré gracias a tu nombre, porque es bueno.
ORACIÓN COLECTA 
Señor, sé bondadoso con tus servidores y acrecienta en ellos los dones de tu gracia, para que fervorosos en la fe, la esperanza y la caridad, perseveren siempre y fielmente en el cumplimiento de tus preceptos. Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA   Jer 1, 1. 4-10
Lectura del libro de Jeremías.
Palabras de Jeremías, hijo de Jilquías, uno de los sacerdotes de Anatot, en territorio de Benjamín. La palabra del Señor llegó a mí en estos términos: “Antes de formarte en el vientre materno, Yo te conocía; antes de que salieras del seno, Yo te había consagrado, te había constituido profeta para las naciones”. Yo respondí: “¡Ah, Señor! Mira que no sé hablar, porque soy demasiado joven”. El Señor me dijo: “No digas: «Soy demasiado joven», porque tú irás adonde Yo te envíe y dirás todo lo que Yo te ordene. No temas delante de ellos, porque Yo estoy contigo para librarte —oráculo del Señor—”. El Señor extendió su mano, tocó mi boca y me dijo: “Yo pongo mis palabras en tu boca. Yo te establezco en este día sobre las naciones y sobre los reinos, para arrancar y derribar, para perder y demoler, para edificar y plantar”.
Palabra de Dios.
Comentario
El llamado de Dios a los profetas es siempre para realizar una misión en medio del pueblo. El profeta tendrá que plantar la buena semilla de la palabra, pero también tendrá que extirpar de raíz el mal que se extiende en el pueblo. A esta misión profética fuimos llamados todos el día de nuestro bautismo, cuando, al ser ungidos con el santo crisma escuchamos las palabras: “Para que seas con Cristo sacerdote, profeta y rey”.
SALMO    Sal 70, 1-4. 5-6. 15. 17
R. ¡Mi boca anunciará tu salvación, Señor!
Yo me refugio en ti, Señor, ¡que nunca tenga que avergonzarme! Por tu justicia, líbrame y rescátame, inclina tu oído hacia mí, y sálvame. R.
Sé para mí una roca protectora, Tú que decidiste venir siempre en mi ayuda, porque Tú eres mi Roca y mi fortaleza. ¡Líbrame, Dios mío, de las manos del impío! R.
Porque Tú, Señor, eres mi esperanza y mi seguridad desde mi juventud. En ti me apoyé desde las entrañas de mi madre; desde el seno materno fuiste mi protector. R.
Mi boca anunciará incesantemente tus actos de justicia y salvación. Dios mío, Tú me enseñaste desde mi juventud, y hasta hoy he narrado tus maravillas. R.
ALELUYA
Aleluya. La semilla es la palabra de Dios, el sembrador es Cristo; el que lo encuentra permanece para siempre. Aleluya.
EVANGELIO   Mt 13, 1-9
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Una gran multitud se reunió junto a Él, de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Entonces, Él les habló extensamente por medio de parábolas. Les decía: “El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron. Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron. Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta. ¡El que tenga oídos, que oiga!”
Palabra del Señor.
Comentario
La parábola del sembrador ejemplifica el ancho campo del mundo, con sus malezas, terrenos fértiles y otros difíciles de sembrar. La semilla de la palabra debe ser siempre anunciada, pero el resultado dependerá de la respuesta que libremente darán quienes la reciben.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS 
Dios, que reemplazaste la variedad de los sacrificios de la antigua Ley con el único y perfecto sacrificio de Jesús, recibe el sacrificio de tus fieles servidores y santifícalos como bendijiste los dones de Abel, para que la ofrenda de cada uno en honor de tu majestad, aproveche para la salvación de todos. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN    Apoc 3, 20
Dice el Señor: “Estoy junto a la puerta y llamo; si alguien oye mi voz y me abre, entraré en su casa y cenaremos juntos”.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, ayuda con bondad a tu pueblo y, colmado con este sacramento celestial, concédele pasar de la antigua servidumbre del pecado a la vida nueva de la gracia. Por Jesucristo nuestro Señor.
REFLEXIÓN BÍBLICA
¡El que tenga oídos, que oiga!
Mt 13, 1-9
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Jesús salió de la casa y se sentó a orillas del mar. Jesús está en Cafarnaúm, según el Evangelio salió de la casa, en San Mateo 4, 13 se dice; Dejando a Nazaret, se fue a morar en Cafarnaúm, por Tanto Jesús debe haber salido de su casa. Dice el evangelista: Una gran multitud se reunió junto a él, haciéndonos ver el atractivo que produce el Señor en las gentes. Luego agrega que: de manera que debió subir a una barca y sentarse en ella, mientras la multitud permanecía en la costa. Nos imaginamos una gran muchedumbre que se reúne cerca de El para oírle, y debe haber sido quizás todo el día, porque el fragmento del evangelio dice: Entonces él les habló extensamente por medio de parábolas.
Nos preguntamos ahora, ¿cuanto tiempo disponemos para Jesús? ¿Qué atractivo tiene para nosotros oír sus enseñanzas? ¿Tenemos interés en conocer su palabra?, me hago la pregunta en razón de que es cierto que conocemos a personas que muestran antipatía por saber que decía el Hijo de Dios.
Jesús les decía: "El sembrador salió a sembrar. Al esparcir las semillas, algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron. En aquella época, en las costumbres agrícolas eran sembrar primero y luego se araba todo el terreno, incluidos los pequeños caminos de las parcelas, por eso dice el Señor que algunas cayeron al borde de el. La misma explicación vale para la frase: Otras cayeron en terreno pedregoso, donde no había mucha tierra, y brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; se esta precisando bien la profundidad de la tierra fértil, para luego indicar que: cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron.
He leído, de que los cardos palestinos crecen junto al Lago, y luego alcanzan en pocos meses un metro de altura, por tanto concretamente “ahogan” la semilla al desarrollarse. Es así como la parábola sigue: Otras cayeron entre espinas, y éstas, al crecer, las ahogaron.
Pero también hay semillas que tienen más éxito y cae en buena tierra, y así dice Jesús: Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: Los que hayan vivido en el campo, saben mejor que otros cuanto rinde un sembrado, en aquellas tierra se decía que rendía de tres a cuatro por uno, y era bueno obtener un diez por uno, pero en la parábola Jesús dice: unas cien, otras sesenta, otras treinta.
Finalmente Jesús les dice: ¡El que tenga oídos, que oiga! Para algunos puede significar el esmero con el cual se oye la Palabra del Señor. Para llamar la atención a alguien se le dice te entra por un oído y sale por el otro.
Pero la frase de Jesús es más bien, un anticipo, un toque de alerta. Un llamado a meditar.
Entonces, con la parábola del sembrador, tenemos que preguntarnos como somos nosotros en cuanto a tierra de cultivo, sabemos que la semilla es de primera calidad, y germinará según se comporte el suelo que la reciba.
Puede que la semilla no llegue a nosotros; algunas cayeron al borde del camino y los pájaros las comieron, nuestro caminar materialista, inspirado en la soberbia, vanidad, avaricia o envidia y el nulo interés en oír lo bueno, nos incapacita para recibir la semilla de la Palabra.
Otras brotaron en seguida, porque la tierra era poco profunda; pero cuando salió el sol, se quemaron y, por falta de raíz, se secaron, ¿Cuál es nuestra disposición al oír la palabra del Señor?, si somos como una roca, la semilla no echará raíces, si nuestro suelo no se riega no germinará la semilla, y este se riega con lo esencial, el amor, por que el amor es contrario a la muerte, es vida, y este amor busca habitar en nuestro corazón, por tanto si la semilla que es la Palabra, no haya ambiente en nuestro corazón, no fecundará.
Otras cayeron entre espinas, y éstas las ahogaron; en efecto, en un corazón rencoroso la Palabra no alcanza a fecundar, en un alma odiosa, dominada por las pasiones humanas, no es eficiente, entonces es preciso que el alma este liberada y por encima de esas tensiones.
Otras cayeron en tierra buena y dieron fruto: unas cien, otras sesenta, otras treinta; Jesús, nos aclara que depende de la disposición que tengamos, es como da frutos la semilla, es así como, siempre dependerá de cómo sea aceptada, de cómo sea oída, de cómo están nuestros sentimientos. Entonces se hace necesario que nuestro terreno de cultivo este bien preparado, para que la siembra sea eficaz en nosotros, esto es, sensible en el espíritu a esa semilla, a esa Palabra.
¡El que tenga oídos, que oiga!" El que tenga disposición, esto es voluntad de oír, el que este dispuesto a recibir lo que el Señor nos ofrece, el que sea limpio de corazón, el que viva de acuerdo a las enseñanzas de Cristo, el que cumpla con su compromiso con nuestra fe cristiana, el que haga meritos para recibir el Espíritu de Dios, ése, entenderá la Palabra de Dios.
Cristo Jesús viva en sus corazones
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

PARA LA LECTIO DIVINA 

NOS DEJEMOS TRANSFORMAR POR ESA MISMA PALABRA Y NOS CONVIRTAMOS EN PALABRA» PARA LOS OTROS.
En virtud de nuestra propia experiencia sabemos la gran importancia que tiene la palabra: a través de ella tomamos conciencia de ser personas humanas, comunicamos lo que pensamos y sentimos, recibimos, a nuestra vez, la comunicación del otro, entramos en contacto con el patrimonio cultural del pasado, conocemos mundos alejados del nuestro... Nuestra misma experiencia de la fe pone en el centro la palabra, desde el mismo momento en que Dios, el inefable, se ha hecho Palabra para que nosotros pudiéramos entrar en relación con él. Ha aceptado los límites de la palabra humana a fin de «decirse» y revelarse de un modo comprensible para nosotros. Se ha hecho tan cercano a nuestra experiencia cotidiana que podemos terminar por confundir su voz con el rumor de la charla confusa y bulliciosa o con el estruendo de decenas de decibelios que marca nuestra «cultura» del ruido. El Señor sigue viniendo hoy a nuestro encuentro dirigiéndonos la Palabra a cada uno de nosotros de manera personal. Y es que incluso cuando Dios habla a la muchedumbre tiene presente a la persona, con su verdad individual.
Todos y cada uno de nosotros somos conocidos, amados, elegidos -de modo semejante a Jeremías-. Cada uno de nosotros es objeto de confianza, como el campo en el que el sembrador esparce la semilla sin parsimonia. A todos y a cada uno de nosotros le repite la invitación a la amistad, a la familiaridad confidente con él. Tal vez prefiramos considerar todo esto como algo imposible porque intuimos que acoger la propuesta de Dios es comprometedor: exige que nos dejemos transformar por esa misma Palabra y nos convirtamos en «palabra» para los otros. Dios se compromete el primero y nos dice: «No temas, yo estaré contigo». Su presencia garantiza la abundancia del fruto.
ORACION
Me conmueve, Señor, tu ternura conmigo, la confianza que me demuestras y con la que me acompañas desde el primer momento en que empecé a existir. Me vienen a la mente las palabras del salmista: «Tú conoces lo profundo de mi ser, nada mío te era desconocido cuando me iba formando en lo oculto y tejiendo en las honduras de la tierra» (Sal 139,14-15). Gracias, Señor, por tanta atención: ése es tu estilo, tu modo de obrar. Ayúdame a no olvidarlo cuando, frente a ciertos acontecimientos de la vida, reacciono denunciando tu ausencia o incluso sintiéndote hostil.
Me tienes en tanta estima que me has llamado para colaborar contigo. Me confías lo más precioso que tienes, la Palabra, que está al comienzo de todo: de la creación, de la redención, de la santificación. Perdóname, te lo ruego, la superficialidad con que me pongo ante tu don y ante la misión que me propones. Perdóname las incertidumbres y las resistencias. Estas expresan que vivo más replegado en mí mismo que «capturado» en mi corazón por la gran benevolencia que me muestras.

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