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martes, 20 de julio de 2010

Martes de la semana 16 de Tiempo Ordinario. Ciclo C.


Misa
ANTÍFONA DE EN TRADA Sal 53, 6.8
Dios es mi ayuda, el Señor es mi verdadero sostén. Te ofreceré un sacrificio voluntario, daré gracias a tu nombre porque es bueno.
ORACIÓN COLECTA
Señor nuestro, mira con bondad a tus servidores y multiplica en nosotros los dones de tu gracia, para que, fervorosos en la fe, la esperanza y la caridad, perseveremos con asidua vigilancia en el cumplimiento de tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
LECTURA  Miq 7, 14-15. 18-20
Lectura de la profecía de Miqueas
¡Señor, apacienta con tu cayado a tu pueblo, al rebaño de tu herencia, al que vive solitario en un bosque, en medio de un vergel! ¡Que sean apacentados en Basán y en Galaad, como en los tiempos antiguos! Como en los días en que salías de Egipto, muéstranos tus maravillas. ¿Qué dios es como Tú, que perdonas la falta y pasas por alto la rebeldía del resto de tu herencia? Él no mantiene su ira para siempre, porque ama la fidelidad. Él volverá a compadecerse de nosotros y pisoteará nuestras faltas. Tú arrojarás en lo más profundo del mar todos nuestros pecados. Manifestarás tu lealtad a Jacob y tu fidelidad a Abraham, como lo juraste a nuestros padres desde los tiempos remotos.
Palabra de Dios.
Comentario
Esta oración es toda una invitación a la confianza en el poder restaurador de Dios. Nosotros, con nuestro solo esfuerzo humano, no podemos mantenernos siempre en la vida de la gracia. Él se complace en hacernos vivir en su amor.
SALMO  Sal 84,2-8
R. ¡Manifiéstanos tu misericordia, Señor!
Fuiste propicio, Señor, con tu tierra, cambiaste la suerte de Jacob; perdonaste la culpa de tu pueblo, lo absolviste de todos sus pecados. R.
¡Restáuranos, Dios, salvador nuestro; olvida tu aversión hacia nosotros! ¿Vas a estar enojado para siempre? ¿Mantendrás tu ira eternamente? R.
¿No volverás a darnos la vida, para que tu pueblo se alegre en ti? ¡Manifiéstanos, Señor, tu misericordia y danos tu salvación! R.
ALELUYA       Jn 14,23
Aleluya. “El que me ama será fiel a mi palabra, y mi Padre lo amará e iremos a él” dice el Señor. Aleluya.
EVANGELIO       Mt 12, 46-50
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús estaba hablando a la multitud, cuando su madre y sus hermanos, que estaban afuera, trataban de hablar con Él. Alguien le dijo: “Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte”. Jesús le respondió: “¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?” Y señalando con la mano a sus discípulos, agregó: “Éstos son mi madre y mis hermanos. Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre”.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús crea un modo de relación que trasciende lo biológico. La unión de la familia de Jesús se da en el cumplimiento de la voluntad del Padre. Y lo que quiere es eso: que vivamos como familia, que experimentemos la riqueza del compartir, que no nos cansemos de recrear entre nosotros los vínculos del afecto y la solidaridad.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS
Padre Santo, por el sacrificio único de tu Hijo llevaste a la perfección las ofrendas de la antigua ley; te pedimos que recibas la oblación de tus fieles y la santifiques como lo hiciste con la ofrenda de Abel, para que los dones presentados en honor de tu nombre sirvan para la salvación de todos. Por Jesucristo, nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN Sal 110, 4-5
El Señor hizo portentos memorables, es bondadoso y compasivo; dio alimento a sus fieles.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Padre, ayuda con bondad a tu pueblo, que has alimentado con los sacramentos celestiales; concédele apartarse del pecado y comenzar una vida nueva. Por Jesucristo, nuestro Señor.
REFLEXIÓN BÍBLICA
“¿Quién es mi madre y quiénes son mis hermanos?”
San Mateo 12, 46-50
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
1. TU MADRE Y TUS HERMANOS ESTÁN AHÍ AFUERA Y QUIEREN HABLARTE.
Jesús estaba hablando a la multitud, Alguien le dijo: Tu madre y tus hermanos están ahí afuera y quieren hablarte. Ante la presencia de estos vínculos familiares, Jesús aprovecha la oportunidad para dar una gran lección, señalando con la mano a sus discípulos, agregó: Éstos son mi madre y mis hermanos, pues añadió: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ése es mi hermano, mi hermana y mi madre. No niega el amor a su madre ni a sus familiares, y habla de esa otra gran familia cristiana. No queda atado al solo amor humano de una familia. Hay otra familia espiritual a la que ama, en un orden espiritual y sobrenatural, con amor más entrañable y profundo que el amor humano con que se ama a la madre y a los hermanos.
2. TODO EL QUE HACE LA VOLUNTAD DE MI PADRE
Sin embargo, Jesús, es un hijo ejemplar de María, la enaltece, la elogia, la alaba, la pone como ejemplo total de mujer y de Madre, ella escucho la palabra divina, y dijo: "He aquí la esclava del Señor, hágase en mí según tu palabra". (Lucas 1, 36-38), por eso Jesús dice: Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo, ésa es.. Mi madre. Una vez, estando hablando Jesús a la gente, alzó la voz una mujer y dijo: “Dichoso el seno que te llevó y los pechos que te criaron.” Y Jesús le respondió: “Dichosos más bien los que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen” (Lc 11,27-28).
3. MARÍA LA PRIMERA ENTRE AQUELLOS QUE ESCUCHAN LA PALABRA DE DIOS
No es tal vez María la primera entre aquellos que escuchan la Palabra de Dios y la cumplen? Sin lugar a dudas, María es digna de bendición por el hecho de haber sido para Jesús Madre según la carne, pero también y sobre todo porque ya en el instante de la anunciación ha acogido la palabra de Dios, porque ha creído, porque fue obediente a Dios, porque guardaba la palabra y la conservaba cuidadosamente en su corazón. Esa es mi Madre nos Dice Jesús, ella es modelo, María, amorosamente y obedientemente hizo la voluntad de su Padre, nadie como ella fue tan fidelísima esclava del Señor, en la encarnación y en cada momento de su vida.
4. UNIDOS POR EL PARENTESCO ESPIRITUAL.
Así es como también, extendiendo sus brazos hacia sus discípulos dice estos son mis hermanos, porque sus íntimos reconocen al seguir a Jesús quien es el único Padre, y nos enseña que somos la gran familia de Dios.
Es así como hoy formamos la gran familia cristiana, unidos por el parentesco espiritual.
Este es un reconocimiento de nuestra fraterna unión con todos y nos invita a reflexionar como debemos vivir como verdadera familia comprometidos al proyecto de la construcción del Reino de Dios.
Esta es una invitación a ser parte de la familia de Jesús, compartiendo nuestra vida con El, como buenos hermanos, ayudándonos, siendo solidario, compartiendo las necesidades de esta gran familia, apoyándonos, a vivir sin egoísmo, a compartir la misma mesa, y a obedecer al mismo Padre.
5. TODO EL QUE HACE LA VOLUNTAD DE MI PADRE, ÉSE ES MI HERMANO
Es infinita la bondad de nuestro Hermano Jesús, ante todo los que hablaba, muestra su divina inclinación a hacer el bien, como en todo y siempre dispuesto a señalar cual es nuestro camino para el Reino, esto es, haciendo la voluntad del Padre, y nos llama con dulzura, suavidad y amabilidad hermanos, para que aprendamos a tratarnos como tal y para vivir unidos por el amor del Padre.
Hoy más que nunca, nos urge comprender este llamado que nos hace Jesús, formamos una comunidad cristiana, unidos por lazos de parentesco espiritual, unida entre sí por el amor al Padre que esta en los cielos, y cumpliendo su voluntad, Porque todo el que hace la voluntad de mi Padre, ése es mi hermano, Es así, como debemos tener entre nosotros un trato de hermanos, viviendo fraternalmente, con amor de hermanos, con gran respeto entre si, afectuosos y en comunión.
Cristo Jesús viva en sus corazones
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant ocds

PARA LA LECTIO DIVINA

QUIEN CUMPLE LA VOLUNTAD DEL PADRE
La maravilla más grande es que Dios nos considere “de su casa”, como familia suya. Tal vez estemos demasiado poco habituados a esta verdad y dejemos perder sus implicaciones, como un muchacho al que le parece que le son debidas las atenciones de sus padres y, en consecuencia, sólo adelanta pretensiones. Dios, a buen seguro, es fiel a su don de amor: nos ofrece en todo momento el perdón y la salvación. Ahora bien, ¿cómo nos situamos nosotros en la relación con él? Jesús dice con toda claridad que quien cumple la voluntad del Padre entra en comunión con él. Vale la pena preguntarse cuánto nos interesa la voluntad del Padre y cómo intentamos conocerla. Es preciso que estemos muy atentos a no confundir la voluntad de Dios con nuestro punto de vista personal, con nuestro propio modo de sentir. Dios nos ha dado a conocer su voluntad, en primer lugar, comunicándonos su Palabra. En Jesús nos ha dicho todo lo que quería decirnos. ¿Conocemos la Sagrada Escritura? ¿Cómo hacemos para conocer cada vez mejor esta “carta de Dios a los hombres”? Conocer implica “hacer”: ¿cómo hacemos para crecer en la coherencia? ¿Examinamos nuestra vida a la luz de la Palabra del Señor, tal vez con alguien que nos acompañe en el camino de la fe?
ORACION
Cuando rezo con las palabras que Jesús nos enseñó, repito: “Hágase tu voluntad”. Te pido -¿pero me doy cuenta de verdad?- que tú, oh Dios, realices tu voluntad, que es amor, que es salvación para todos nosotros. Sin embargo, pienso poco que esta voluntad tuya me interpela también a mí, porque quieres implicarme en tu designio de salvación. Y no como a un extraño, sino como a un familiar. Te confieso, Dios mío, la indiferencia de que hago gala ante todo esto: ni siquiera me doy cuenta de que soy “de los de tu casa”. Perdona esta torpeza mía, ten piedad de mi mezquindad.
El mayor prodigio que puedes realizar, mayor incluso que los que llevaste a cabo en el Éxodo, es continuar llamando a mi puerta, rozar las cuerdas de mi corazón hasta que brote la nostalgia de la comunión contigo, de la intimidad familiar contigo, de la amistad contigo, que colma cualquier abismo interior. Entonces, Dios mío, no encontraré nada más deseable que tu voluntad, exigente también, pero bella. Y te gritaré, con insistencia, hasta que me hayas respondido: Señor, ¿qué quieres que haga?


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