Primera lectura
Fernando Torres Pérez cmf
Sin duda que lo más importante del texto evangélico de este domingo es el anuncio de Jesús de que la buena nueva de la salvación no se dirige de forma exclusiva a los hijos de Israel sino que está abierta a todos los pueblos de la tierra. Pero junto a este anuncio tan importante para todos nosotros hay otro que no conviene olvidar y que está al principio del texto.
Pero en su respuesta Jesús deja claro que tener el sello de “ser judío” no es ninguna garantía de que la salvación se vaya a regalar. Hay que esforzarse por entrar por la puerta estrecha. El Reino de Dios es de los esforzados, dirá Jesús en otro texto evangélico. No vale decir que somos del mismo pueblo, ni que hemos comido y bebido con el Señor. Traducido a términos más actuales: no vale decir que hemos ido a misa los domingos y que hemos recibido los sacramentos. Lo que vale es la entrega personal y el compromiso por construir el Reino, por crear fraternidad, por reunir a los hijos e hijas de Dios en torno a la mesa común, por abrir las manos para crear fraternidad y renunciar al odio, la violencia y todo lo que cree división y ruptura entre las personas, las familias y los pueblos.
Lectura del libro de Isaías (66,18-21):
Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mí gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén –dice el Señor–, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» –dice el Señor–.
Palabra de Dios
Salmo Así dice el Señor: «Yo vendré para reunir a las naciones de toda lengua: vendrán para ver mí gloria, les daré una señal, y de entre ellos despacharé supervivientes a las naciones: a Tarsis, Etiopía, Libia, Masac, Tubal y Grecia, a las costas lejanas que nunca oyeron mi fama ni vieron mi gloria; y anunciarán mi gloria a las naciones. Y de todos los países, como ofrenda al Señor, traerán a todos vuestros hermanos a caballo y en carros y en literas, en mulos y dromedarios, hasta mi monte santo de Jerusalén –dice el Señor–, como los israelitas, en vasijas puras, traen ofrendas al templo del Señor. De entre ellos escogeré sacerdotes y levitas» –dice el Señor–.
Palabra de Dios
Sal 116,1.2
R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Segunda lectura R/. Id al mundo entero y proclamad el Evangelio
Alabad al Señor, todas las naciones,
aclamadlo, todos los pueblos. R/.
Firme es su misericordia con nosotros,
su fidelidad dura por siempre. R/.
Lectura de la carta a los Hebreos (12,5-7.11-13):
Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.» Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.
Palabra de Dios
Evangelio Habéis olvidado la exhortación paternal que os dieron: «Hijo mío, no rechaces la corrección del Señor, no te enfades por su reprensión; porque el Señor reprende a los que ama y castiga a sus hijos preferidos.» Aceptad la corrección, porque Dios os trata como a hijos, pues, ¿qué padre no corrige a sus hijos? Ninguna corrección nos gusta cuando la recibimos, sino que nos duele; pero, después de pasar por ella, nos da como fruto una vida honrada y en paz. Por eso, fortaleced las manos débiles, robusteced las rodillas vacilantes, y caminad por una senda llana: así el pie cojo, en vez de retorcerse, se curará.
Palabra de Dios
Lectura del santo evangelio según san Lucas (13,22-30):
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, lsaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»
Palabra del Señor
En aquel tiempo, Jesús, de camino hacia Jerusalén, recorría ciudades y aldeas enseñando. Uno le preguntó: «Señor, ¿serán pocos los que se salven?»
Jesús les dijo: «Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán. Cuando el amo de la casa se levante y cierre la puerta, os quedaréis fuera y llamaréis a la puerta, diciendo: "Señor, ábrenos"; y él os replicará: "No sé quiénes sois." Entonces comenzaréis a decir. "Hemos comido y bebido contigo, y tú has enseñado en nuestras plazas." Pero él os replicará: "No sé quiénes sois. Alejaos de mí, malvados." Entonces será el llanto y el rechinar de dientes, cuando veáis a Abrahán, lsaac y Jacob y a todos los profetas en el reino de Dios, y vosotros os veáis echados fuera. Y vendrán de oriente y occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios. Mirad: hay últimos que serán primeros, y primeros que serán últimos.»
Palabra del Señor
Comentario al Evangelio
El Reino, regalo y compromiso

Hay que volver a leer el texto y ver de dónde surge el anuncio de Jesús de que la salvación es para todos los pueblos. No lo dice Jesús como un discurso programático ni como una catequesis. Ese anuncio forma parte de la respuesta de Jesús a uno que le hace una pregunta concreta, muy concreta: “Señor, ¿serán pocos los que se salven?” La respuesta de Jesús va en dos direcciones. Por una parte, le deja claro al que le pregunta que hay que esforzarse. Por otra, que nadie está exento de ese esfuerzo.
Los judíos, portadores de la promesa
Sin duda, el que hacía la pregunta era judío. Como judío, tenía conciencia de que la promesa la había recibido desde antiguo el pueblo de Israel. A los patriarcas Abrahán, Isaac y Jacob se había dirigido en primer lugar Dios mismo para prometerles que su descendencia iba a ser más numerosa que la arena de las playas marinas. La promesa se había ido concretando en la entrega de la Tierra Prometida, en la monarquía de David. El salvador vendría de la familia del rey David. Y, aunque tanto la monarquía como el pueblo habían sido infieles a la Alianza, la promesa se había mantenido. Por los profetas la Palabra de Dios había seguido llegando al pueblo y los judíos tenían plena conciencia de ser el pueblo elegido. Tenían –eso pensaban– un cierto derecho sobre los demás pueblos. Si los “otros” querían acceder a la salvación, tendrían que pasar primero por la conversión al judaísmo, por cumplir la ley.

La salvación no se consigue, pues, con un certificado de haber cumplido una serie de requisitos rituales (llámense sacramentos, cumplimiento de normas...). La salvación es fruto del compromiso personal por colaborar en la obra del Reino. La salvación es fruto de la gracia de Dios que trabaja en nosotros y nos convierte en criaturas nuevas. La salvación es dejarnos transformar por el amor de Dios. La salvación es dejarnos llenar por el amor de Dios pero no se produce sin nuestro consentimiento y nuestra colaboración. La salvación es don que hay que acoger activamente, es compromiso que transforma nuestra vida y da frutos para la vida del mundo.
La salvación es para todos los pueblos
Por eso, porque no podía ser de otra manera, la salvación, la nueva Alianza que trae Jesús, está abierta a todos los pueblos. Porque todos somos hijos del Padre y a todos se dirige su amor. No vale ponerse a la cola con el carnet de identidad o el pasaporte reclamando un supuesto derecho a tener un puesto en la mesa del Reino. Las palabras de Jesús, que para los judíos pudieron ser casi ofensivas, para nosotros, para el resto de la humanidad, son un anuncio de esperanza y de vida. Así lo entendieron los apóstoles, poco después de la muerte de Jesús, cuando, ante las pretensiones de algunos que pensaban que para hacerse discípulos de Jesús los no judíos primero debían convertirse al judaísmo, determinaron que para ser cristiano no había que ser judío, que la nueva alianza en Jesús había abolido la anterior con sus leyes y sus ritos.
Tampoco era nada nuevo. Ya lo habían anunciado los profetas en muchas ocasiones. Así lo podemos ver en el texto de Isaías que se lee en la primera lectura. Todos nosotros estamos convocados. El Reino es para todos. Pero conviene también que todos nos esforcemos, que pongamos toda la carne en el asador, que nos comprometamos. El Reino está ahí pero lo tenemos que ir construyendo día a día, creando familia, dando esperanza, compartiendo con los hermanos lo que tenemos. Hasta, como dice la segunda lectura de la carta a los Hebreos, dejándonos corregir, fortaleciendo nuestras rodillas y caminando juntos por la senda del Reino, la que nos lleva a todos, sin excepción, sin excluir a nadie, a la mesa común de los hijos en torno al Padre.
Liturgia Viva
Muchos Vendrán del Este y del Oeste
Saludo
El Señor nos ha reunido aquí y ahora para hacernos uno con Jesús -aunque seamos diferentes unos de otros-, y para ser un ejemplo de la unidad en la variedad de toda la Iglesia universal.
Que Jesús, nuestro único Señor, nos una a todos y que él esté siempre con ustedes.
Introducción por el Sacerdote
A todos nos gusta ir a una casa cuyas puertas estén siempre abiertas para la acogida cordial. Así quiere Jesús que sea su Iglesia: Una casa de acogida abierta a todos. Jesús dice de sí mismo que él es la verja y la puerta del redil. Él acoge a todos los que le buscan, e incluso se desvía del camino para buscar a los extraviados. --- Pero, al mismo tiempo, Jesús nos dice que la puerta es estrecha. --- Tenemos que hacer un esfuerzo serio para llegar a ser como Jesús y para amar y servir a Dios y al pueblo con él, y para vivir según el espíritu del evangelio. --- Con Jesús damos ahora gracias al Padre, y le pedimos que nos dé la gracia de que seamos nosotros también acogedores y abiertos a todos.
Acto Penitencial
Pedimos ahora al Señor que nos perdone, porque con frecuencia le hemos honrado más con nuestros labios
que con nuestros corazones y nuestras obras.
(Pausa)
Oración Colecta
Primera Lectura (Is 66,18-21): Reuniré a Todas las Naciones. La última parte del libro de Isaías acaba con una visión grandiosa: Dios reunirá a todas las naciones en un solo pueblo santo. Todos serán hermanos y hermanas.
Segunda Lectura (Heb 12,5-7. 11-13): Dios es Realmente un Padre
Dios no sería buen Padre si no corrigiera a sus hijos. Nuestras pruebas y dificultades sirven para entrenarnos y fortalecernos en la fe.
Evangelio (Lc 13,22-30): Vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán a la mesa
Para salvarse no es suficiente con pertenecer al pueblo de Dios. Todos los que viven la vida de Cristo, vengan de donde vengan, son admitidos en el reino.
Oración de los Fieles
Roguemos para que, como Dios mismo, nosotros también sepamos acoger a todos en nuestros corazones y en nuestros hogares, y digamos:
R/ Señor, reúnenos a todos en tu reino.
Oración sobre las Ofrendas
Introducción a la Plegaria Eucarística
Damos ahora gracias a Dios por convocar a gente de todas partes y reunirlas en la Iglesia para formar el Pueblo de Dios, uno y santo.
Nota: Se aconseja hoy usar la Plegaria III,
que recoge explícitamente estas ideas.
Invitación al Padre Nuestro
Invitación a la Comunión
Oración después de la Comunión
Bendición
Hermanos: Como Jesús envió a sus apóstoles, así también nos envía a nosotros a ir a todo el ancho mundo, a proclamar la Buena Noticia de salvación.
Para poderlo hacer, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre.
Saludo
El Señor nos ha reunido aquí y ahora para hacernos uno con Jesús -aunque seamos diferentes unos de otros-, y para ser un ejemplo de la unidad en la variedad de toda la Iglesia universal.
Que Jesús, nuestro único Señor, nos una a todos y que él esté siempre con ustedes.
Introducción por el Sacerdote
A todos nos gusta ir a una casa cuyas puertas estén siempre abiertas para la acogida cordial. Así quiere Jesús que sea su Iglesia: Una casa de acogida abierta a todos. Jesús dice de sí mismo que él es la verja y la puerta del redil. Él acoge a todos los que le buscan, e incluso se desvía del camino para buscar a los extraviados. --- Pero, al mismo tiempo, Jesús nos dice que la puerta es estrecha. --- Tenemos que hacer un esfuerzo serio para llegar a ser como Jesús y para amar y servir a Dios y al pueblo con él, y para vivir según el espíritu del evangelio. --- Con Jesús damos ahora gracias al Padre, y le pedimos que nos dé la gracia de que seamos nosotros también acogedores y abiertos a todos.
Acto Penitencial
Pedimos ahora al Señor que nos perdone, porque con frecuencia le hemos honrado más con nuestros labios
que con nuestros corazones y nuestras obras.
(Pausa)
Señor Jesús, en esta eucaristía
vamos a comer y beber, sentados a tu mesa.
Nosotros también queremos compartir con los necesitados
nuestro alimento y bebida.
Ábrenos esa puerta.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, con gozo escuchamos tu palabra.
Queremos también ponerla en práctica
en nuestra vida de cada día.
Ábrenos esa puerta.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, queremos trabajar para que todos
pertenezcan a tu pueblo y a tu reino.
Ábrenos esa puerta.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Dios, por tu bondad y misericordia,perdona todos nuestros pecados y llévanos a la vida eterna.
vamos a comer y beber, sentados a tu mesa.
Nosotros también queremos compartir con los necesitados
nuestro alimento y bebida.
Ábrenos esa puerta.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Cristo Jesús, con gozo escuchamos tu palabra.
Queremos también ponerla en práctica
en nuestra vida de cada día.
Ábrenos esa puerta.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.
Señor Jesús, queremos trabajar para que todos
pertenezcan a tu pueblo y a tu reino.
Ábrenos esa puerta.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.
Oh Dios, por tu bondad y misericordia,perdona todos nuestros pecados y llévanos a la vida eterna.
Oración Colecta
Oremos para que la Iglesia llegue a ser
un hogar para todas las gentes y para todos los pueblos.
(Pausa)
Señor Dios nuestro:
Tú eres el Padre de todos;
y quieres hacer a todos los hombres libres
con la libertad que tu Hijo Jesucristo nos consiguió
de manera difícil en la cruz.
Danos un auténtico sentido de misión,
para que seamos auténticos discípulos suyos,
abiertos a todas las personas, lenguas y culturas.
Haz que humildemente reconozcamos el bien,
dondequiera se encuentre,
y que lo recreemos y lo hagamos perfecto
a imagen de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
por los siglos de los siglos.
un hogar para todas las gentes y para todos los pueblos.
(Pausa)
Señor Dios nuestro:
Tú eres el Padre de todos;
y quieres hacer a todos los hombres libres
con la libertad que tu Hijo Jesucristo nos consiguió
de manera difícil en la cruz.
Danos un auténtico sentido de misión,
para que seamos auténticos discípulos suyos,
abiertos a todas las personas, lenguas y culturas.
Haz que humildemente reconozcamos el bien,
dondequiera se encuentre,
y que lo recreemos y lo hagamos perfecto
a imagen de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
por los siglos de los siglos.
Primera Lectura (Is 66,18-21): Reuniré a Todas las Naciones. La última parte del libro de Isaías acaba con una visión grandiosa: Dios reunirá a todas las naciones en un solo pueblo santo. Todos serán hermanos y hermanas.
Segunda Lectura (Heb 12,5-7. 11-13): Dios es Realmente un Padre
Dios no sería buen Padre si no corrigiera a sus hijos. Nuestras pruebas y dificultades sirven para entrenarnos y fortalecernos en la fe.
Evangelio (Lc 13,22-30): Vendrán de Oriente y de Occidente y se sentarán a la mesa
Para salvarse no es suficiente con pertenecer al pueblo de Dios. Todos los que viven la vida de Cristo, vengan de donde vengan, son admitidos en el reino.
Oración de los Fieles
Roguemos para que, como Dios mismo, nosotros también sepamos acoger a todos en nuestros corazones y en nuestros hogares, y digamos:
R/ Señor, reúnenos a todos en tu reino.
- Por la Iglesia, para que nunca cese de proclamar el evangelio a todos los pueblos, razas, lenguas y culturas, roguemos al Señor.
- Por la unidad de todos los cristianos, para que no permanezcan cerrados en sus peculiaridades y tradiciones humanas, sino que se enriquezcan unos a otros en Cristo, roguemos al Señor.
- Por todos los que se sienten desanimados a causa del sufrimiento producido por pruebas y enfermedades, para que no cierren sus corazones ni queden atrapados en el desaliento, sino que, a través de su dolor, aprendan a crecer espiritualmente como seres humanos y como cristianos, roguemos al Señor.
- Por nuestras comunidades cristianas, para que todos estemos unidos; que nadie se sienta extraño entre nosotros, y que nos abramos unos a otros, y todos a todos, roguemos al Señor.
Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Estamos aquí ahora
reunidos como hijos tuyos
en torno a la mesa de tu Hijo Jesús.
No permitas que excluyamos a nadie, o que despreciemos
ni siquiera al más pobre y pequeño de nuestros hermanos, cercanos o lejanos.
Que ojalá llegue el día en que todos,
de Oriente y de Occidente,
del Norte y del Sur,
vengamos gozosos a tomar nuestro asiento
en el banquete y en la fiesta de Jesús,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Estamos aquí ahora
reunidos como hijos tuyos
en torno a la mesa de tu Hijo Jesús.
No permitas que excluyamos a nadie, o que despreciemos
ni siquiera al más pobre y pequeño de nuestros hermanos, cercanos o lejanos.
Que ojalá llegue el día en que todos,
de Oriente y de Occidente,
del Norte y del Sur,
vengamos gozosos a tomar nuestro asiento
en el banquete y en la fiesta de Jesús,
Hijo tuyo y Señor nuestro,
que vive y reina por los siglos de los siglos.
Introducción a la Plegaria Eucarística
Damos ahora gracias a Dios por convocar a gente de todas partes y reunirlas en la Iglesia para formar el Pueblo de Dios, uno y santo.
Nota: Se aconseja hoy usar la Plegaria III,
que recoge explícitamente estas ideas.
Invitación al Padre Nuestro
Oremos con las palabras de Jesús, el Señor,
para que el reino de nuestro Padre celestial
venga a todos:
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos unidad y paz.
Sálvanos de nuestro egoísmo
y de nuestra mentalidad de ghetto o clan cerrado;
transforma nuestros pensamientos y corazones
tan anchos como el mundo,
abiertos a todos los pueblos y culturas.
Que todos lleguen al descubrimiento gozoso
de nuestro único Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
para que el reino de nuestro Padre celestial
venga a todos:
R/ Padre nuestro…
Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y concédenos unidad y paz.
Sálvanos de nuestro egoísmo
y de nuestra mentalidad de ghetto o clan cerrado;
transforma nuestros pensamientos y corazones
tan anchos como el mundo,
abiertos a todos los pueblos y culturas.
Que todos lleguen al descubrimiento gozoso
de nuestro único Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…
Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor,
que abre la puerta estrecha de su reino
a quienquiera que le busque
con un corazón sincero.
Él nos invita a todos a su mesa.
Dichosos nosotros por aceptar su invitación.
R/ Señor, no soy digno…
que abre la puerta estrecha de su reino
a quienquiera que le busque
con un corazón sincero.
Él nos invita a todos a su mesa.
Dichosos nosotros por aceptar su invitación.
R/ Señor, no soy digno…
Oración después de la Comunión
Padre nuestro que estás en el cielo:
En el banquete de fiesta de tu Hijo
nos has fortalecido con su palabra y con su cuerpo.
Convéncenos firmemente
del valor de su mensaje y de su vida,
de forma que nuestra fe se haga contagiosa.
Que con nuestro amor y servicio
seamos mensajeros vivientes
de la esperanza, el amor y la libertad
ofrecidos a todo el mundo
por Jesucristo nuestro Señor.
En el banquete de fiesta de tu Hijo
nos has fortalecido con su palabra y con su cuerpo.
Convéncenos firmemente
del valor de su mensaje y de su vida,
de forma que nuestra fe se haga contagiosa.
Que con nuestro amor y servicio
seamos mensajeros vivientes
de la esperanza, el amor y la libertad
ofrecidos a todo el mundo
por Jesucristo nuestro Señor.
Bendición
Hermanos: Como Jesús envió a sus apóstoles, así también nos envía a nosotros a ir a todo el ancho mundo, a proclamar la Buena Noticia de salvación.
Para poderlo hacer, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre todos nosotros y nos acompañe siempre.
No hay comentarios:
Publicar un comentario