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domingo, 19 de septiembre de 2010

Domingo 25º del Tiempo Ordinario - Ciclo C


Misa y Reflexiones


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Lecturas

Primera lectura
Lectura de la profecía de Amos (8,4-7):

Escuchad esto, los que exprimís al pobre, despojáis a los miserables, diciendo: «¿Cuándo pasará la luna nueva, para vender el trigo, y el sábado, para ofrecer el grano?» Disminuís la medida, aumentáis el precio, usáis balanzas con trampa, compráis por dinero al pobre, al mísero por un par de sandalias, vendiendo hasta el salvado del trigo. Jura el Señor por la gloria de Jacob que no olvidará jamás vuestras acciones.

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 112,1-2.4-6.7-8

R/.
Alabad al Señor, que alza al pobre

Alabad, siervos del Señor,
alabad el nombre del Señor.
Bendito sea el nombre del Señor,
ahora y por siempre. R/.

El Señor se eleva sobre todos los pueblos,
su gloria sobre los cielos.
¿Quién como el Señor, Dios nuestro,
que se eleva en su trono
y se abaja para mirar al cielo y a la tierra? R/.

Levanta del polvo al desvalido,
alza de la basura al pobre,
para sentarlo con los príncipes,
los príncipes de su pueblo. R/.
 
Segunda lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a Timoteo (2,1-8):

Te ruego, lo primero de todo, que hagáis oraciones, plegarias, súplicas, acciones de gracias por todos los hombres, por los reyes y por todos los que ocupan cargos, para que podamos llevar una vida tranquila y apacible, con toda piedad y decoro. Eso es bueno y grato ante los ojos de nuestro Salvador, Dios, que quiere que todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad. Pues Dios es uno, y uno solo es el mediador entre Dios y los hombres, el hombre Cristo Jesús, que se entregó en rescate por todos: éste es el testimonio en el tiempo apropiado: para él estoy puesto como anunciador y apóstol –digo la verdad, no miento–, maestro de los gentiles en fe y verdad. Quiero que sean los hombres los que recen en cualquier lugar, alzando las manos limpias de ira y divisiones.

Palabra de Dios
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (16,1-13):

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: «Un hombre rico tenía un administrador, y le llegó la denuncia de que derrochaba sus bienes. Entonces lo llamó y le dijo: "¿Qué es eso que me cuentan de ti? Entrégame el balance de tu gestión, porque quedas despedido." El administrador se puso a echar sus cálculos: "¿Qué voy a hacer ahora que mi amo me quita el empleo? Para cavar no tengo fuerzas; mendigar me da vergüenza. Ya sé lo que voy a hacer para que, cuando me echen de la administración, encuentre quien me reciba en su casa." Fue llamando uno a uno a los deudores de su amo y dijo al primero: "¿Cuánto debes a mi amo?" Éste respondió: "Cien barriles de aceite." Él le dijo: "Aquí está tu recibo; aprisa, siéntate y escribe cincuenta." Luego dijo a otro: "Y tú, ¿cuánto debes?" Él contestó: "Cien fanegas de trigo." Le dijo: "Aquí está tu recibo, escribe ochenta." Y el amo felicitó al administrador injusto, por la astucia con que había procedido. Ciertamente, los hijos de este mundo son más astutos con su gente que los hijos de la luz. Y yo os digo: Ganaos amigos con el dinero injusto, para que, cuando os falte, os reciban en las moradas eternas. El que es de fiar en lo menudo también en lo importante es de fiar; el que no es honrado en lo menudo tampoco en lo importante es honrado. Si no fuisteis de fiar en el injusto dinero, ¿quién os confiará lo que vale de veras? Si no fuisteis de fiar en lo ajeno, ¿lo vuestro, quién os lo dará? Ningún siervo puede servir a dos amos, porque, o bien aborrecerá a uno y amará al otro, o bien se dedicará al primero y no hará caso del segundo. No podéis servir a Dios y al dinero.»

Palabra del Señor

Comentario al Evangelio del Domingo 19 de Septiembre del 2010

Fernando Torres Pérez cmf

  ¿Un administrador injusto? 

         La parábola de este domingo es bastante sorprendente. Jesús le da la vuelta a una situación paradójica para enseñarnos algo fundamental: que los bienes de este mundo o los utilizamos para crear lazos de fraternidad o son perfectamente inútiles. Pero para llegar a esa conclusión va por un camino del que cuesta entender bien las curvas y vericuetos. La mayoría de nosotros diría de entrada que no se puede alabar a ese administrador, que es un administrador “injusto” –de hecho así se ha denominado tradicionalmente la parábola: “del administrador injusto”– y que su comportamiento es reprobable. En nuestros días merecería que le metiesen en la cárcel, le juzgasen y le condenasen a devolver el dinero a su dueño y a pasar unos cuantos años entre rejas. 
      Lo del dinero no es asunto de poca importancia en nuestro mundo. Tenemos perfectamente claro quién es el dueño y propietario. Siempre hay papeles que lo atestiguan. Nadie se debe apropiar de lo que no es suyo... según los papeles. Porque a veces la realidad es otra. A veces no son los mismos los derechos escritos que los derechos de verdad. Cuando Kenia, en África, pasó a formar parte del Imperio Británico, la corona determinó que todas aquellas tierras eran de su propiedad. Y así se puso por escrito. Pero se “olvidó” de que en aquellas tierras había pueblos, personas, familias, que llevaban viviendo en ellas durante siglos. El único problema es que nunca habían hecho “papeles”. Aquello fue un robo manifiesto. Fue lo que desgraciadamente ha sido y es la historia humana: la historia del poder del más fuerte que se aprovecha de los más débiles, de los pequeños. Así fue aquel Imperio y todos los demás imperios que en la historia ha habido. Lo mismo se puede decir de las naciones, de los partidos políticos, de las empresas...
Ante una situación difícil
      Hoy meteríamos al administrador injusto en la cárcel. Pero Jesús no quiso hacer una parábola sobre la justicia. Jesús quiere siempre hablar del Reino. Toda su vida estuvo al servicio del Reino, sus palabras y sus obras. Lo de menos en esta parábola es de quién es el dinero o si el administrador está defraudando al amo. Lo más importante es que el administrador, cuando se encuentra en una situación urgente y delicada –su patrón se había dado cuenta de que le robaba dinero y le echaba del trabajo– toma una decisión que le abre un futuro nuevo: va a utilizar el dinero de su amo no para quedárselo sino para hacerse amigos que le acojan cuando se encuentre en la calle. Jesús pone al administrador como ejemplo del que se encuentra de golpe en una situación difícil y sabe encontrar una salida. 
      Lo más interesante es que esa salida pasa por hacerse amigos, por construir lazos de fraternidad. En definitiva, la salida pasa por el Reino. Porque lo que salva la vida de una persona no es el dinero que tiene acumulado en el banco o las riquezas que tiene depositadas en la caja fuerte de su casa sino la fraternidad que ha construido en su vida, el amor que ha dado y el que ha recibido. ¿Para qué quiere el administrador el dinero que robó? Probablemente ya se lo había gastado. Pero aquellos clientes de su patrón a los que perdonó parte de sus deudas le abrirían las puertas de su casa. El administrador encontraría una familia que le acogiese. Estaría salvado. 
      Conclusión: los bienes de este mundo o sirven para crear fraternidad o no sirven para nada, se apolillan y nos apolillan, se pudren y nos pudren a nosotros mismos. No hay banquete de la vida si no se comparte en fraternidad. 
Crear fraternidad
      Ahora es tiempo de volver a la primera lectura y escuchar la palabra dura del profeta Amós. No es agradable escuchar sus palabras pero son verdad. ¡Ay de todo el que abuse de su hermano! ¡Ay del que haga de los bienes una muralla que le impida la fraternidad! Es posible que se encuentre con una cuenta corriente llena de dinero pero morirá en la soledad rodeado de sus tesoros pero sin una mano amiga cerca. El Señor no olvidará sus acciones porque el Padre de todos no desea sino que vivamos en fraternidad. Romper e impedir la fraternidad no sólo es el mayor pecado sino que además lleva consigo la peor de las condenas: la muerte en soledad, el aislamiento. 
      Es tiempo de levantarnos y ponernos en marcha. Es tiempo de usar lo que tenemos al servicio de la fraternidad. Lo mío no es mío sino nuestro y la necesidad del hermano vale más que cualquier título de propiedad. Aunque el hermano no tenga papeles que acrediten su propiedad, es hermano, hijo del mismo Padre, Dios, y ése es el mayor derecho que se puede tener en este mundo.

Liturgia Viva

Te He Encomendado Mucho

Nota preliminar: Con respecto a la bien conocida y frecuentemente confusa parábola de hoy, la del administrador injusto, no podemos considerar satisfactorio un comentario muy difundido que dice: “Jesús alaba al administrador por su sagacidad, no por su deshonestidad”, especialmente si el hombre parece que actúa deshonestamente cancelando o reduciendo deudas a expensas de su dueño. Se entiende mejor la actitud del administrador y también la alabanza de su amo si el administrador cambia esas deudas a expensa propia, reduciendo el margen de su ganancia. En el sistema de entonces el administrador pediría como préstamo, por ejemplo, cincuenta cubos de aceite de oliva y pediría que le pagaran cien como su ganancia por arreglar el préstamo. Estas tasas usureras eran práctica corriente  en aquellos días.

Saludo
Hemos venido ahora juntos
a presentar confiadamente nuestras súplicas a Dios
y a ofrecerle nuestra acción de gracias
por medio de Jesucristo nuestro Señor,
el único mediador entre Dios y los hombres.
Que el mismo Jesús, el Señor, esté siempre con ustedes.

Introducción por el Celebrante
    El Señor nos pregunta hoy: “¿Qué han hecho ustedes con las muchas cosas y las personas que les he confiado?”.
Hoy se habla mucho de rendimiento de cuentas, no solamente sobre nuestros empleos y trabajos, nuestras finanzas, nuestras familias y nuestras parroquias, sino también sobre nuestras propias vidas. Dios ha puesto tanto en nuestras manos…: las cosas materiales que poseemos, así como nuestros talentos y dones espirituales. Éstos no son dones personales solamente para nuestro propio disfrute, sino para servicio de nuestras comunidades, para el Reino de Dios. Procuremos dar buena cuenta de ellos al Señor.

Acto Penitencial
Pedimos al Señor que nos perdone
por el egoísmo con que hemos manejado
todo lo que se nos ha confiado.
    (Pausa)
Señor Jesús, cuando nos llamaste
para ser buenos administradores,
permitimos que el dinero y las posesiones nos dominaran.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Cristo Jesús, tú viniste a liberarnos,
pero nosotros dejamos que el poder y la ambición
nos amarren y aprisionen.
R/ Cristo, ten piedad de nosotros.

Señor Jesús, cuando querías que sirviéramos a los pobres,
nosotros les dimos sólo limosnas,
en vez de darnos generosamente a nosotros mismos.
R/ Señor, ten piedad de nosotros.

Haznos libres de nuevo, Señor.
Líbranos del pecado y haznos buenos administradores de los bienes de la tierra.
Y llévanos a la vida eterna.

Oración Colecta
Roguemos al Señor
para que sepamos ser
amables y generosos con todos.
    (Pausa)
Oh Dios, justo y misericordioso:
Haz que seamos hombres y mujeres libres
que rechacemos adorar las posesiones y el dinero
y sacrificar a los pobres a ellos.
Haz nuestros corazones amables y compasivos,
para que abramos nuestras manos y nuestros hogares
a los desposeídos y oprimidos,
Danos la gracia de ser justos con todos.
Te lo pedimos en el nombre de Jesús, el Señor.

Primera Lectura (Am 8,4-7): El Pueblo de Dios Debe Ser un Pueblo Justo
    En el nombre de la verdadera religión y de la Alianza, el profeta Amós aconseja al pueblo de Dios: Dios les va a rechazar si se enriquecen a sí mismos a expensas de los pobres.

Segunda Lectura (1 Tm 2,1-8): Dios Quiere que Todos Se Salven
    La oración litúrgica, dice San Pablo, debe ser universal y misionera, ya que Dios quiere que todos y cada uno de los hombres se salven por medio de su único mediador, Jesucristo. No deberíamos olvidar en nuestra oración a los que todavía no conocen a Cristo.

Evangelio (Lc 16,1-13): Ríndeme Cuentas de Tu Servicio
    El corazón de los cristianos debe ser indiviso. Su principal preocupación es servir fielmente a Dios y compartir generosamente todo lo que poseen con los hermanos.

Oración de los Fieles
Pidamos al Señor, nuestro Dios, que oriente los corazones de todos hacia los verdaderos valores eternos. Y digamos: R/ Señor, escucha a tu pueblo.
  • Por la Iglesia, para que sea una Iglesia servidora y una Iglesia de los pobres, dando testimonio del amor gratuito de Dios, como una parábola viviente de lo que deber ser nuestro compartir generoso con los hermanos, roguemos al Señor:
  • Por los que tienen puestos de responsabilidad en la política, las finanzas  y la economía, para que la justicia y la preocupación sincera por el bien de todos guíen sus decisiones y acciones, roguemos al Señor:
  • Por los que viven con el esfuerzo de sus manos en trabajos manuales, para que la gente reconozca su dignidad y el importante servicio que prestan a todos, roguemos al Señor:
  • Por los pobres, por los discriminados, y por todos los que tienen muy poco acceso a los bienes de este mundo, para que reciban una participación más justa e imparcial de los mismos bienes, roguemos al Señor:
  • Por nuestras comunidades cristianas, para que haya justicia entre nosotros y una profunda preocupación por la felicidad de todos; para que la codicia dé paso al compartir generoso, y la envidia dé paso al amor servicial, roguemos al Señor:
Señor Dios nuestro, líbranos de todo lo que nos induce a replegarnos con egoísmo en nosotros mismos. Danos la gracia de vivir los unos para los  otros y para ti, Dios nuestro, por los siglos de los siglos. 

Oración sobre las Ofrendas
Señor Dios nuestro:
Tú partes ahora para nosotros
el pan de vida que satisface a los pobres,
y nos sirves el vino de alegría de Jesús, tu Hijo.
Que con el mismo Jesús,
y con la sabiduría y la fuerza del Espíritu Santo,
pongamos todos nuestros talentos y creatividad,
y a nosotros mismos,
al servicio de los hermanos,
para que crezca tu reino en nosotros y en todos los hombres,
y, con tu gracia, permanezca siempre,
por los siglos de los siglos.

Introducción a la Plegaria Eucarística
    Ofrezcámonos a Dios a nosotros mismos, y también nuestro trabajo, para que él lo haga fructificar, ya que sin él no podemos hacer nada.

Introducción al Padre Nuestro
Con Jesús nuestro Señor
roguemos a nuestro Padre del cielo
por la venida de su reino,
antes de rogar por nuestras propias necesidades.
R/ Padre nuestro…

Líbranos, Señor
Líbranos, Señor, de todos los males
y extiende tu paz a todo el mundo.
Que sea una paz basada en la justicia
y en el acceso abundante de cada persona y nación
a los bienes de la tierra,
tanto materiales como espirituales.
Ayúdanos a vivir sin lujo y ostentación
y sin necesidades artificiales.
Y que sepamos trabajar juntos
para la venida plena entre nosotros.
de nuestro Señor y Salvador, Jesucristo.
R/ Tuyo es el reino…

Invitación a la Comunión
Éste es Jesucristo, el Señor,
que nos permite compartir su pan y su copa
en los que se da a sí mismo por nosotros.
Dichosos nosotros de recibirle a él
que se hizo pobre por nosotros
para hacernos ricos  en Dios.
R/ Señor, no soy digno…

Oración después de la Comunión
Oh Dios, todopoderoso y lleno de riqueza:
Lo que tú creas lo das generosamente
y nos lo confías a nosotros.
Sin embargo, nosotros intentamos con egoísmo
agarrar con firmeza en nuestras manos
riquezas y poder.
Te damos gracias porque tú eres diferente:
generoso y  discreto,
escondido detrás de tus dones.
Enséñanos a no sentirnos menores
cuando nos hacemos grandes los unos a los otros,
y a no sentirnos más pobres
si otros son pudientes y ricos.
Queremos tener la misma mentalidad que aquel
que renunció al prestigio y al poder
en beneficio nuestro,
Jesucristo nuestro Señor.

Bendición
Hermanos: Seamos buenos administradores de todos los buenos dones que Dios nos da, utilizados en servicio de Dios y de los que nos rodean.
Y seamos también buenos administradores los unos de los otros. Para ello, que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo, descienda sobre nosotros y nos acompañe siempre.

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