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sábado, 4 de septiembre de 2010

Sábado de la 22ª semana del Tiempo Ordinario


Misa
Primera lectura
Lectura de la primera carta del apóstol san Pablo a los Corintios (4,6b-15):

Aprended de Apolo y de mí a jugar limpio y no os engriáis el uno contra el otro. A ver, ¿quién te hace tan importante? ¿Tienes algo que no hayas recibido? Y, si lo has recibido, ¿a qué tanto orgullo, como si nadie te lo hubiera dado? Ya tenéis todo lo que ansiabais, ya sois ricos, habéis conseguido un reino sin nosotros. ¿Qué más quisiera yo? Así reinaríamos juntos. Por lo que veo, a nosotros, los apóstoles, Dios nos coloca los últimos; parecemos condenados a muerte, dados en espectáculo público para ángeles y hombres. Nosotros, unos locos por Cristo, vosotros, ¡qué cristianos tan sensatos! Nosotros débiles, vosotros fuertes; vosotros célebres, nosotros despreciados; hasta ahora hemos pasado hambre y sed y falta de ropa; recibimos bofetadas, no tenemos domicilio, nos agotamos trabajando con nuestras propias manos; nos insultan, y les deseamos bendiciones; nos persiguen, y aguantamos; nos calumnian, y respondemos con buenos modos; nos tratan como a la basura del mundo, el deshecho de la humanidad, y así hasta el día de hoy. No os escribo esto para avergonzaros, sino para haceros recapacitar, porque os quiero como a hijos; ahora que sois cristianos tendréis mil tutores, pero padres no tenéis muchos; por medio del Evangelio soy yo quien os ha engendrado para Cristo Jesús.

Palabra de Dios
 
Salmo
Sal 144,17-18.19-20.21

R/.
Cerca está el Señor de los que lo invocan

El Señor es justo en todos sus caminos,
es bondadoso en todas sus acciones;
cerca está el Señor de los que lo invocan,
de los que lo invocan sinceramente. R/.

Satisface los deseos de sus fieles,
escucha sus gritos, y los salva.
El Señor guarda a los que lo aman,
pero destruye a los malvados. R/.

Pronuncie mi boca la alabanza del Señor,
todo viviente bendiga su santo nombre
por siempre jamás. R/.
 
Evangelio
Lectura del santo evangelio según san Lucas (6,1-5):

Un sábado, Jesús atravesaba un sembrado; sus discípulos arrancaban espigas y, frotándolas con las manos, se comían el grano. Unos fariseos les preguntaron: «¿Por qué hacéis en sábado lo que no está permitido?»
Jesús les replicó: «¿No habéis leído lo que hizo David, cuando él y sus hombres sintieron hambre? Entró en la casa de Dios, tomó los panes presentados, que sólo pueden comer los sacerdotes, comió él y les dio a sus compañeros.»
Y añadió: «El Hijo del hombre es señor del sábado.»

Palabra del Señor

Comentario

Rosa Ruiz. Misionera Claretiana (rosaruizrmi@yahoo.es)
Es duro asumir con paz y alegría que “Dios nos coloca los últimos”, dice Pablo. Es decir, que recibimos “golpes”, descalificaciones, indiferencia, calumnias, desprecios, angustia, injusticias… que somos tratados “como la basura del mundo” porque Dios nos tiene buscado ese lugar, el de sus preferidos, el de los últimos. No tiene nada que ver con historias de masoquismo o de un gusto por el sufrimiento un tanto enfermizo…. No, no es eso. Es haber hecho nuestra la mirada de Dios de tal manera, que podamos devolver bien por mal, bendición por maldición… y no dejarnos manejar por el resentimiento, la soberbia o la desesperanza. Porque como canta el salmo de hoy, “El Señor es justo en todos sus caminos, es bondadoso en todas sus acciones”.
Reaccionar con la misma serenidad ante el bien y ante el mal recibido, sin que las alabanzas nos inflen ni nos derriben los golpes bajos, es otra manera de invitarnos a ser “señores” de nuestra vida. Dueños de ella. No son las normas ni los sentimientos quienes deciden si yo vivo maldiciendo o bendiciendo. Jesús había hecho suyo de tal forma la voluntad del Padre como el Centro de su vida, que se había convertido en único criterio de discernimiento. Hasta las normas más sagradas, las prescripciones litúrgicas y mandatos, como era el Sábado judío, los pone por debajo de este Centro vital suyo. Una enorme libertad. Sabemos que la libertad es fuente de conflicto pero sobre todo y finalmente, es fuente de consuelo, como un bálsamo.
En muchos lugares se recuerda hoy a María bajo la advocación de Nuestra Señora de la Consolación o del Consuelo. No está vinculada a ninguna imagen, aparición o milagro, sino a la necesidad que sentimos todos de ser consolados, fortalecidos, acompañados… La Iglesia lo experimenta y lo sabe… y por eso acude a María, nuestra Madre como mediadora de esta entrañable virtud. Consolar puede ser algo un tanto olvidado en nuestra época, pero de honda tradición. Autores como Séneca, Cicerón, Plutarco y Boecio le dedicaron tratados filosóficos. Pero ahora no parece ser una virtud que admiremos o queramos alcanzar. Quizá vivimos demasiado resignados con nuestras propias miserias o tristezas. Quizá pocas cosas nos afligen de verdad y preferimos mirar para otro lado. Quizá nos es más cómodo endurecernos y vivir en la superficie para no tener que buscar consuelo en nada ni en nadie. La Consolación o el consuelo nos abre a los demás porque difícilmente puede uno mismo autoconsolarse; siempre será algo momentáneo, pobre, sucedáneo… 
Pedir y recibir consuelo es aprender a reconocernos necesitados de otros, necesitados de Dios en último término y bajo la advocación mariana de hoy, necesitados de acudir a María, Señora de la Consolación, Madre de la Iglesia y Madre nuestra. Que Ella nos fortalezca para arrostrar cualquier dificultad y crezcamos cada vez más en una libertad verdadera.

Liturgia Viva

LA LEY TIENE QUE SERVIR AL PUEBLO

Introducción

Primera Lectura: Pablo critica en tono irónico a sus discípulos de Corinto por sus pretensiones, pero dice que lo hace así porque les quiere.  ¿Qué tienen que no lo hayan recibido de Dios?
Evangelio. Un signo frecuente de inseguridad que observamos en la gente es que busca seguridad interior precisamente en las leyes y tradiciones. Cuanto más insisten en las leyes e intentan doblegar al pueblo a las mismas leyes, mayor es su inseguridad. Se supone que las leyes son para el servicio de la comunidad, no al revés. Las leyes nunca tienen que convertirse en una obstrucción o una cortina entre Dios y el pueblo. No son algo absoluto en sí mismas, sino servidoras de la gente.

Oración Colecta
Señor Dios nuestro:
Jesús, tu Hijo, vino no para abolir la ley
sino para cumplirla con las dimensiones del amor.
No permitas que los mandamientos y las reglas de conducta
se interpongan entre ti y nosotros, tu pueblo,
sino que nos dirijan suavemente,
como buenas educadoras,
hacia ti y hacia nuestro prójimo;
y enséñanos a ir más allá de la ley
con generosidad y amor servicial.
Haznos libres con la libertad que nos trajo
tu Hijo, Jesucristo, nuestro Señor.

Intenciones
  • Para que los cristianos perciban los mandamientos como puertas hacia la libertad contra el pecado y contra el mal, y como medios para servir a Dios y a los hermanos, roguemos al Señor.
  • Para que los legisladores en todo el mundo elaboren leyes  que sean humanas y que sirvan al bien de todos en la comunidad, roguemos al Señor.
  • Para que todos nosotros busquemos seguridad interior en el amor a Dios y en el servicio a los hermanos, roguemos al Señor.

Oración sobre las Ofrendas
Oh Dios, Padre nuestro:
Por medio de estos signos de pan y vino,
que son dones tuyos para nosotros y fruto de nuestro trabajo,
nos ponemos totalmente a tu disposición.
No permitas que busquemos falsa seguridad interior
solo observando la letra de la ley,
sino ayúdanos a buscar la inseguridad y el riesgo
de entregarnos a ti y a tu pueblo,
como hizo Jesús, tu Hijo,
que contigo y con nosotros vive ahora
y esperamos que viva siempre,
por los siglos de los siglos.

Oración después de la Comunión
Señor Dios nuestro:
En esta eucaristía hemos celebrado
el memorial de la muerte y resurrección de tu Hijo.
Él siguió la ley del corazón
e hizo del amor el corazón de todas las leyes.
Que el pan de vida de tu Hijo,
que acabamos de recibir en comunión,
haga nuestro amor inventivo y creador
para el servicio de los hermanos.
Ayúdanos a seguir las directivas
de nuestra conciencia y de nuestro corazón
en el Espíritu de Jesucristo,
Hijo tuyo y Señor nuestro
que vive y reina por los siglos de los siglos.

Bendición
Hermanos: Cristo nos ha liberado; por él somos libres. No renunciemos a esta libertad adhiriéndonos servilmente a prácticas externas y a tradiciones que no reflejan el evangelio.
Y que la bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y Espíritu Santo descienda sobre ustedes y permanezca para siempre.

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