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sábado, 10 de julio de 2010

Sábado de la 14ª Semana del Tiempo Ordinario . Ciclo C.


Misa
ANTÍFONA DE ENTRADA     
Tú eres feliz, Virgen María, porque llevaste en tu seno al Creador del universo. Engendraste a tu Creador, y permaneces virgen para siempre.
ORACIÓN COLECTA 
Dios misericordioso, ven en ayuda de nuestra debilidad, para que al celebrar a la Virgen María, Madre de Dios, por su poderosa intercesión nos libres de todo mal. Por nuestro Señor Jesucristo.
LECTURA    Is 6, 1-8
Lectura del libro de Isaías.
El año de la muerte del rey Ozías, yo vi al Señor sentado en un trono elevado y excelso, y las orlas de su manto llenaban el Templo. Unos serafines estaban de pie por encima de él. Cada uno tenía seis alas: con dos se cubrían el rostro, y con dos se cubrían los pies, y con dos volaban. Y uno gritaba hacia el otro: “¡Santo, santo, santo es el Señor de los ejércitos! Toda la tierra está llena de su gloria”. Los fundamentos de los umbrales temblaron al clamor de su voz, y la Casa se llenó de humo. Yo dije: “¡Ay de mí, estoy perdido! Porque soy un hombre de labios impuros, y habito en medio de un pueblo de labios impuros; ¡y mis ojos han visto al Rey, el Señor de los ejércitos!”. Uno de los serafines voló hacia mí, llevando en su mano una brasa que había tomado con unas tenazas de encima del altar. Él le hizo tocar mi boca, y dijo: “Mira: esto ha tocado tus labios; tu culpa ha sido borrada y tu pecado ha sido expiado”. Yo oí la voz del Señor que decía: “¿A quién enviaré y quién irá por nosotros?”. Yo respondí: “¡Aquí estoy: envíame!”.
Palabra de Dios.
COMENTARIO
Dios llama a Isaías para confiarle una misión. Llamado y misión están muy unidos, por lo que podemos fácilmente hablar de la vocación de Isaías, que a su vez implica una tarea y un compromiso por cumplir en nombre de Dios.
SALMO          Sal 92, 1-2. 5
R.¡Reina el Señor, revestido de majestad!
¡Reina el Señor, revestido de majestad! El Señor se ha revestido, se ha ceñido de poder. El mundo está firmemente establecido: ¡no se moverá jamás! R.
Tu trono está firme desde siempre, tú existes desde la eternidad. Tus testimonios, Señor, son dignos de fe, la santidad embellece tu Casa a lo largo de los tiempos. R.
ALELUYA   1Ped 4, 14
Aleluya. Felices si son ultrajados por el nombre de Cristo, porque el Espíritu de gloria, el Espíritu de Dios, reposa sobre ustedes. Aleluya.
EVANGELIO   Mt 10, 24-33
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús dijo a sus apóstoles: “El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas. No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. Teman más bien a aquél que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno. ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. También ustedes tienen contados todos sus cabellos. No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquél que reniegue de mí ante los hombres”.
Palabra del Señor.
COMENTARIO
Tres veces repite Jesús que no tengan miedo, pues la causa de la Buena Noticia no es una causa perdida ni un proyecto humano, sino el proyecto de Dios. Él da fortaleza y confianza a lo que se comprometen con su causa.
ORACIÓN SOBRE LAS OFRENDAS 
Señor, al conmemorar a la Madre de tu Hijo, te pedimos que, gracias a este sacrificio, nos conviertas bondadosamente en una ofrenda eterna. Por Jesucristo nuestro Señor.
ANTÍFONA DE COMUNIÓN         Lc 1, 49
El todopoderoso ha hecho en mí grandes cosas. Su nombre es santo.
ORACIÓN DESPUÉS DE LA COMUNIÓN
Señor, después de haber participado de la redención eterna, en esta conmemoración de la Madre de tu Hijo, te pedimos que podamos participar de la plenitud de tu gracia y experimentar cada día más los efectos de tu salvación. Por Jesucristo nuestro Señor. 

REFLEXIÓN BÍBLICA
El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño
Mt 10, 24-33
Autor: Pedro Sergio Antonio Donoso Brant
Jesús dijo a sus apóstoles: El discípulo no es más que el maestro ni el servidor más que su dueño. Al discípulo le basta ser como su maestro y al servidor como su dueño. Jesús, quiere fortalecer a sus apóstoles, los que no deben temer, para esto les entrega una gran motivación, les establece que tendrán su misma suerte, y la misma seguridad absoluta de su triunfo. A los apóstoles, les sucederá lo mismo que a Jesús, habrá reacciones hostiles contra ellos, recibirán calumnias al igual que a su Maestro. Jesús les dice: Si al dueño de casa lo llamaron Belzebul, ¡cuánto más a los de su casa! Importante expresión de Jesús, ya que el dueño de casa es Dios, (Mt 13:27; 20:11; 21:33). Al proclamarse Jesús el dueño de la casa y ser ésta Israel, se seguiría que Jesús se estaba proclamando Dios (Heb 3:1-6). Así, pues, no deben temer ni a los que los van a perseguir ni a los que puedan matarlos. A los primeros, porque el Evangelio ha de ser predicado por ellos. Y el Evangelio ha de oírse y triunfar.
Dice el Señor: No los teman. No hay nada oculto que no deba ser revelado, y nada secreto que no deba ser conocido. Lo que yo les digo en la oscuridad, repítanlo en pleno día; y lo que escuchen al oído, proclámenlo desde lo alto de las casas.
En aquel tiempo, en las sinagogas judías, el lector del texto hebreo no hablaba en voz alta ni se dirigía a los asistentes, sino que lo hacía un intermediario, que repetía al pueblo, en voz alta y en arameo, todo lo que el lector decía junto a él en voz baja. También era costumbre que los viernes por la tarde, el ministro de la sinagoga subía a lo más alto de la localidad y desde allí hacía sonar la trompeta para advertir a los trabajadores que se recogiesen de sus trabajos a tiempo, antes de comenzar el reposo sabático.
Sin embargo, los apóstoles oyeron a Jesús directamente, fueron privilegiados, entonces deben hacer lo mismo, decirlo de tal modo que llegue el Evangelio a todos, incluso a los que pueden matarles, y les dice que; No teman a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. El alma es inmortal, creencia definitiva del judaísmo ortodoxo contra los saduceos. La idea de aniquilamiento del alma era totalmente ajena a la teología judía. De este modo Jesús afirma: Teman más bien a aquel que puede arrojar el alma y el cuerpo al infierno.
El maestro, con gran pedagogía, les dice: ¿Acaso no se vende un par de pájaros por unas monedas? Y, con todo eso, Sin embargo, ni uno solo de ellos cae en tierra, sin el consentimiento del Padre de ustedes. Y luego les dice; También ustedes tienen contados todos sus cabellos, pero no se perderá un solo cabello de vuestra cabeza, como dice Lucas (Lc 21:18). Esta indicando así la providencia de Dios, y San Pablo habla en términos semejantes (Hech 27:34)
Dice Jesús: No teman entonces, porque valen más que muchos pájaros. De este modo extiende su privilegio sobre los hombres, y más aún sobre ellos, que son sus apóstoles.
Por tanto, que no teman. Si el perseguidor triunfa sobre el cuerpo, es que el Padre lo ha permitido, y tal trato es sólo una forma misteriosa del cuidado del Padre .Sin embargo nos advierte que a lo único que debemos temer, es a no confesarle delante de los hombres, entonces les dice: Al que me reconozca abiertamente ante los hombres, yo lo reconoceré ante mi Padre que está en el cielo. Pero yo renegaré ante mi Padre que está en el cielo de aquel que reniegue de mí ante los hombres. El contexto hace ver que la confesión de Jesús es veredicto inapelable que el Padre ratifica definitivamente. Así es como el martirio es presentado con efecto de ir a dar testimonio por él.
Pidamos al Señor, no avergonzarnos nunca de él, sepamos reconocer el honor que tenemos de ser sus apóstoles, sus enviados y cumplamos fielmente la misión de dar a conocer por todo el mundo a Nuestro Señor Jesucristo.
Somos apóstoles del Señor, y nuestra misión es darlo a conocer, y cuando decimos fielmente, decimos que debemos vivir como apóstol, esto es actuar como tal, ante todos, ante el mundo, sin temor de nuestra misión, porque lo que estamos predicando es el Evangelio, y esta predica se hace en toda y cualquier circunstancia, y ante toda consecuencia.
Es así, como si estamos interesados en salvar al mundo, transmitamos lo que Jesús nos enseñó, como les enseño a sus apóstoles y como ellos a modo de gran ejemplo, lo hicieron, proclamando sin temor, rechazando la injusticia. Hagámoslo entonces abiertamente, con decisión, comprendamos la valentía de los apóstoles amigos de Jesús a través de estos 2000 años, vidas ejemplares y santos que tuvieron la convicción de no tener temor de perder la vida terrenal, y todo lo hicieron por la vida eterna.
Valentía en transmitir y promover nuestra fe, es los que nos pide Jesús, con mucha confianza en Dios, sin abandono de él, somos apóstoles del Señor, nos envió para dar a conocer a su Hijo y por nuestro fiel testimonio de Jesús, ahora aquí en la tierra, Cristo declarará en nuestro favor ante el Padre que esta en el Cielo.
La paz del Señor sea en su alma
Pedro Sergio Antonio Donoso Brant

PARA LA LECTIO DIVINA
“AQUÍ ESTOY YO, ENVÍAME”.
La sociedad del «tener más» margina cada vez más a Dios mediante una serie de mecanismos que tienen que ver con el placer a cualquier precio, por cualquier medio. Ropa, dinero, servicios, experiencias: todo se ofrece en el gran supermercado del mundo. Sin embargo, el hombre, antes que perseguir la paz del corazón, experimenta un gran vacío, amplificado precisamente por estar abrumado por bienes de fortuna. Si no quiere morir de asfixia espiritual, ha llegado el tiempo de invertir por completo su marcha.
«Buscad a Dios y viviréis», advierte el profeta Amós. Y los ángeles de la natividad cantan: «Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que ama el Señor». Lo que el corazón (mucho más que la mente) debe comprender es el hecho de que, si busco la gloria del Señor en mi obrar, si mi ojo interior se abre a contemplarle, a querer obrar por amor a él, llego también a la paz. Si, en cambio, busco mi paz adhiriéndome a este mercado de propuestas consumistas apoyadas por el psicologismo, me pierdo en callejones sin salida, donde se encuentran dispuestos a sofocarme miedos cada vez más insurrectos.
Ahora bien, para que busque yo la gloria del Señor y sepa descubrirla por doquier -en la flor apenas entreabierta, en el cielo poblado de estrellas, en el rostro amigo, en el día alegre y en el cansado- necesito dejarme purificar. El Señor sabe de quién y de qué servirse para que yo no esté bajo el dominio del egoísmo, sino de la gloria de Dios. El otro elemento fundamental es que reciba el repetido: «No tengáis miedo». En un mundo profundamente turbado, absorber el «no tengáis miedo» en los ámbitos más profundos del ser me hace adquirir confianza, solidez, soltura, incluso en orden al apostolado. Diré con Isaías: «Aquí estoy yo, envíame».
ORACION
Señor, sabes que me atrae el placer y que tiendo a cambiarlo por la alegría y por la paz que necesito. Te suplico, en medio de la corrupción del gran mercado en que vivo, que me hagas dejarme purificar por ti no sólo los labios, como Isaías, sino en lo profundo del corazón.
Ayúdame a aceptar aquello de que tú quieres servirte para realizar esta necesaria purificación. Espabílame en el combate espiritual contra las pasiones, para que desee y anhele, en todo, tu gloria y no las mezquinas satisfacciones de mi egoísmo. Y que tu «no tengáis miedo» sostenga esta voluntad mía un día tras otro.
Si tú me persuades de que buscar tu gloria significa obtener asimismo la paz del corazón, viviré mejor estos mis breves días y los viviré en plenitud: no replegado en mí mismo, sino entregado al anuncio de esta paz, de esta alegría, también a mis hermanos. Purifícame, Señor, fortifícame y, después... “aquí estoy yo, envíame”.

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